jueves, 18 de junio de 2009

Un buen final (consideraciones después de haber leído 'La reina en el palacio de las corrientes de aire', el último de Stieg Larsson)


(Poco antes de colgar esta entrada, nos llega un mail de la editorial: dicen que en un sólo día han vendido más de 200.000 ejemplares, aunque este tipo de datos ya se sabe el rigor y la credibilidad que suelen tener.)

La fecha oficial de salida era hoy, pero ya anoche, el Vips estaba lleno de ejemplares de La reina en el palacio de las corrientes de aire (Ed. Destino. Traducción de Martin Lexell y Juan José Ortega Román), el final de la trilogía Millennium, el último de Stieg Larsson.

Menudo despliegue.

Tenían un expositor en la entrada. Y había libros también al lado de la caja por si a alguien se le olvidaba.

Y una mesa enorme: cuatro metros por uno, o uno y medio. Todo, todo, todo lleno de Larsson.

Como nos dijo el otro día una librera a la que entrevistamos: ni Crepúsculo, ni Harry Potter, ni Ruiz Zafón, no hay un fenómeno editorial comparable al de la trilogía Millennium.

Ayer también el suplemento Culturas de La Vanguardia, uno de nuestros preferidos, le dedicaba la portada. Y cuatro páginas. Y Sergio Vila-Sanjuán publicaba una crítica.

De momento es la única crítica que hemos visto, aunque seguro que hay otras por ahí.

Sólo estamos de acuerdo con ella en parte.

Pero da igual: es bonito disentir.

Y ahora ya sí, por fin, te contamos qué nos ha parecido a nosotros, intentando destripar lo mínimo, y dejando claro, por si alguien aún no lo sabía, que nos gusta Larsson, y que hemos disfrutado mucho, mucho con él, sobre todo con La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, y que nos seguimos declarando enamorados de Lisbeth Salander.

Al tema:

1. Larsson empieza bien, muy potente, con la llegada a urgencias de Lisbeth y Mikael, justo donde acabó el anterior. Pero luego le cuesta arrancar. Ya le pasaba en los otros. Aunque en éste, mucho más: tiene que recordarle al lector cómo terminó el anterior, toda la trama, todos lo personajes. Se agradece, porque si no, nos perderíamos, pero lastra el ritmo.

2. Lo mismo puede decirse de toda la novela: no resulta tan ágil como las otras. Hay tantos personajes y tantas historias ya acumuladas, que Larsson se ve obligado a ir dando pequeñas notas al lector. Y explica quizá demasiado la trama. Se esfuerza permanentemente en dejarlo todo bien claro: lo que se sabe, lo que no sabe, cada nueva pista y cada paso en la investigación.

3. Pero engancha, claro que engancha. Ese concepto que a algunos les da tanta rabia, como si les pareciera muy vulgar, o como si les jodiera, como si una novela tuviera que ser aburrida y costarte un inmenso esfuerzo leerla. Aunque volviendo a Larsson, a estas alturas, él no necesita ya enganchar al lector: el que llega a esta tercera parte, después de haber leído más de 1.000 páginas, está rendido ante él, entregadito a la historia.

4. Lo bueno, lo que sí consigue, es no decepcionar en sus 854 páginas. Y eso parece casi un milagro. El ritmo sube o el ritmo baja, a ratos aburre un poco y a ratos eres incapaz de dejarlo (un capítulo más, sólo uno más, te vas diciendo), pero Larsson es Larsson y mantiene el nivel. No se le va la olla. No engaña al lector. No quiere convertirse en otra cosa. Larsson no la caga y nosotros, ante eso, sólo podemos darle las gracias.

5. Y ahora, toca un palo: verosímil, lo que se dice verosímil, no es. Hay muchas cosas que chirrían, que no resultan creíbles. Pero mejor aquí no dar detalles ni poner ejemplos. Sólo una aclaración: no nos referimos a Lisbeth Salander. A nosotros, con ella, nos pasa como con un mal amor: nos lo creemos todo. Y mejor cuanto más disparatado. Enlazamos este punto con lo que menos nos ha gustado.

6. Ella, nuestra Lisbeth, no está tan presente. Después de esa apoteosis de la señorita Salander que fue La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, esta última entrega nos sabe a poco. Hubiéramos querido más Lisbeth, más superpoderes suyos, más venganzas, más malos ajusticiados con sus propias manos, más, muchos más. Y nos apuntamos sin dudarlo como caballeros de la mesa chalada. ¿No sabes qué es eso? Pues para descubrirlo tendrás que leerte este último libro.

7. Pero hay otras mujeres. Larsson sigue explorando sus fantasías sexuales y convirtiéndolas en las fantasías de todos sus lectores. O de una parte de ellos. Y de ellas. Primero fue esa Lolita bisexual y promiscua, de apariencia muy frágil pero peligrosa como la que más. Nos referimos a Lisbeth Salander, claro. Después vino la pija madurita, profesional de éxito, brillante y tía buena experimentada, que además es tu amiga, tu mano derecha en el trabajo y con la que practicas el sexo libre y alegremente cada vez que a uno de los dos le apetece. Y ahora hay una nueva, atentos a Monica Figuerola: ex deportista de élite, ex culturista, vigoréxica, rubia, con más de 1,80 de altura, listísima como todas y lectora de ensayos sobre la mitología clásica. Otra bomba sexual. Bien por Larsson. Y bien por Mikael, ese macho alfa, aunque sensible y considerado, al que no se le resiste ni una.

8. Larsson también insiste en la denuncia. En este caso, de eso que llaman las cloacas del Estado. Aunque aquí, el Estado sale bastante indemne. Incluso reforzado. Tampoco daremos más detalles. Pero sí que recomendamos, en otro orden de cosas, la lectura de La reina en el palacio de las corrientes de aire a todos aquellos directivos y responsables de medios de comunicación que pretenden salir de la crisis a base de despidos y de precarizar las condiciones de trabajo de sus empleados o colaboradores. O sea, ofreciendo productos cada vez un poco peores y menos interesantes para el lector.

9. Y unido a lo anterior, lo que más nos ha gustado han sido determinadas sorpresas, algunos giros del argumento, y subtramas tan tronchates como la de los sanitarios (tronchante, trágica y muy, muy creíble), o tan adictivas y que mantienen tan bien la intriga como la que protagoniza Erika Berger.

10. ¿Y el final? Ignoramos los planes de Larsson y si, en efecto, quería escribir 10 libros más o iban a ser 50, pero La reina en el palacio de las corrientes de aire es un digno, dignísimo final, que apenas deja cabos sueltos y con un final-final, esas dos últimas páginas, estupendas. Larsson remata con clase, con inteligencia y con generosidad.

Y ya, mañana salgo de viaje.

Pero es por una buena causa.

No creo que escriba hasta el lunes.

4 comentarios:

Stratego dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

A mi lo que me preocupa de esta cultura de masas acrítica es la enorme cantidad forestal que se va a destruir para una novela de la que nadie (o muy pocos) se acordarán dentro de unos meses, ya que se trata de un producto ciertamente muy entretenido pero de escasa calidad literaria. En otras palabras, otro efímero producto de consumo perecedero, que parece ser que es lo que buscan las editoriales. Por supuesto, la novela es muy entretenida y sin más pretensiones.

DON ZANA dijo...

Sr. Vilá,

Larsson tiene mucho que agradecerle, al menos en cuanto a mí respecta. Porque el fenómeno millenium va haciendo un lento pero continuo acopio de los ingredientes necesarios para que nunca lo lea. Pero está usted, y sus palabras, y sólo por ellas (sólo) me voy a tragar los tres ladrillos.

Y yo también tengo mucho que agradecerle, Sr. Vilá, porque de sus palabras intuyo que el tercer volumen no está a la altura del segundo, y no veo el momento de contárselo a mi suegra. Lo acaba de comprar... No sabe usted con cuánta ilusión... Y claro, chafar esa esperanza sería de una crueldad terrible... si no se tratara de una suegra.

Gracias, mi admirado Vilá, gracias.

Chicas Híbrida y Tornasol dijo...

Me gustaron mucho el 1° y 2° estoy por empezar con el tercero, veremos que tal.

http://divagandosobrelibros.blogspot.com/