martes, 2 de junio de 2009

Puestos de gladiadores y corticoides (los libros de la semana)


Llevo toda la mañana viendo el vídeo de Gladiator que le puso Guardiola a sus jugadores antes de la final de la Champions.

No me gusta el fútbol.

Intento motivarme.

No sirve de nada.

Sólo me recuerda al chiste sobre películas de gladiadores de Aterriza como puedas.

Volvemos a deslizarnos hacia el friquismo.

Son los corticoides: nos quitan la capacidad de concentración y nos ponen de muy mala leche.

O sea, que dejamos ya de quejarnos como de costumbre y nos centramos en los libros.

Hoy toca esa bonita entrada semanal: libros que nos apetece leer.

1. Cuentos completos. Amy Hempel. Ed. Seix Barral: Lo recibimos hace tiempo, junto a Nadie es más de aquí que tú, de Miranda July, del que ya hablamos.

Nos apetecía, pero al final nos decidimos por el otro, el de July, sin saber por qué.

De Hempel habla bien mucha gente, y muy distinta, desde Alice Munro hasta Chuck Palahniuk.

Son cuentos muy cortos, minimalistas, dicen.

¿Y qué nos ha llevado a rescatar ahora el libro?

La crítica que le hizo Rodrigo Fresán en el ABCD uniéndolo al de July.

Cortamos y pegamos:
De ahí que lo recomendable sea comenzar por Nadie es más de aquí que tú y ser seducidos y tal vez, con el tiempo, abandonados por los encantos de relatos como «El patio común», «Algo que no necesita nada» y «El equipo de natación». Y después enamorarse y casarse hasta que la muerte nos separe de Hempel y de relatos como «En el cementerio donde está enterrado Al Jolson», «La parte más femenina de ti», «Ofertorio» y esa obra maestra que es «La cosecha».
Promete, sí que promete. No podemos añadir nada más. Al menos, hasta que lo leamos.

2. El niño criminal. Jean Genet. Ed. Errata Naturae: Es uno de esos libros minúsculos (93 páginas y un prólogo de 35). Minúsculos y exquisitos, editado por un sello nuevo que está haciendo cosas muy interesantes, sobre todo, recuperar escritos inéditos y casi desconocidos de grandes autores.

Lo último que publicó
Errata Naturae fueron unos textos de juventud de Leopardi, Giacomo Leopardi, otro tarado imprescindible: italiano, del XIX, cheposo, o sea, con una inmensa joroba, muy triste, muy pesimista, desolador, maravilloso.

Nosotros, en algún lugar del cuerpo, no recordamos cuál, tenemos tatuado un verso suyo, el final del poema El infinito: "Y naufragar me es dulce en este mar".

Otro día nos marcamos una entradita sobre la importancia de los jorobados en el desarrollo del pensamiento más desgarrado de Occidente: Leopardi, Kierkegaard y alguno más.

Pero este libro no es de Leopardi. Es de Genet, también tarado, también imprescindible: ladrón, presidiario, chapero y maricón.

Decimos ladrón, presidiario, chapero y maricón todo junto porque para Genet todo eso, como sus libros, eran lo mismo: darle la vuelta al orden establecido, ponerlo patas arriba y buscar la belleza en el estercolero.

Sartre descubrió a Genet en los años 40, cuando cumplía cadena perpetua en la cárcel, consiguió que le publicaran su primera novela, Santa María de las Flores, y que le dieran el indulto.

En este librito hay dos textos, El niño criminal, en el que Genet cuenta su infancia en distintas instituciones penitenciarias, y Fragmentos que, según dice la contra, ofrece "su visión más amarga de la homosexualidad".

A ver si nos lo leemos, nos gusta y escribimos algo más largo sobre Genet.

3. Nostalgia de Charlie Parker. Robert George Reisner. Ed. Global Rhythm Press: Distintos personajes, incluido el que firma como autor y encargado de recoger el testimonio de los demás, recuerdan al saxofonista más grande de todos los tiempos y reconstruyen su historia.

A nosotros, con el jazz nos pasa como con el fútbol: nos aburre muchísimo.

Pero Charlie Parker no. Ni tampoco su colega Dizzy Gillespie.

La culpa debe ser de Kerouac, que nos aficionó a ellos.

Jack
Kerouac quería escribir como Charlie Parker tocaba el saxo: improvisando y hasta arriba de drogas.

Consiguió lo de escribir, lo de la improvisación y lo de las drogas.

Pero sus libros, que tuvieron y aún tienen una influencia decisiva en todo lo que vino después, nunca llegaron a la altura de Parker.

También de
Kerouac te hablamos otro día.

La vida de Parker, por supuesto, fue un despropósito: todo excesos bajo ese aspecto de negro bueno.

Te dejamos con una grabación de él, por si no le conoces, para que compruebes que no es un coñazo ni de lejos.

(Visto ahora el vídeo, envidiamos la concentración de Parker, y su sonrisa cuando el batería se marca el solo, y el pitillo que se fuma después, y hasta la melancolía con la que a ratos mira.

Va de algo, pero seguro que no son corticoides.)


1 comentario:

Ferran Esteve dijo...

Ya que hacéis una breve ficha de los libros, no estaría mal que constaran también los nombres de los traductores en aquellos que no están escritos en castellano originalmente ;-)