lunes, 1 de junio de 2009

Resaca tóxica (leyendo a Tsutsui en urgencias)


Domingo por la mañana.

Me despierto y lo primero que compruebo es que aún sigo respirando.

Bien.

Pero ha vuelto la bola.

Esa bola hija de puta en la garganta.

Un bola de carne, mi propia carne hinchada: la campanilla (perdón, úvula), la glotis, todo el paladar.

Duele y agobia.

Sobre todo agobia: la carne, mi propia carne, quiere matarme. Y de la peor forma: inflamándose e inflamándose hasta asfixiarme.

¿Aún respiro?

Si, creo que sí.

Resaca tóxica.

Alergia.

¿Anisakis?

No, eso no, anoche fui bueno y no comí sushi.

Ni nada de pescado.

Sólo copas, venga copas, ni me acuerdo de cuantas.

"Ron, ron, ron, la botella de ron."

Me visto (sin ducharme) y salgo corriendo a urgencias.

¿Aún respiro?

Sí, creo que sí.

Cojo un libro.

¿Qué libro puede llevarse uno a la sala de espera del hospital?

Yasutaka Tsutsui, sin dudarlo.

Al menos, para una resaca tóxica (una fractura o un ataque de pánico sería distinto).

¿Aún respiro?

Sí, creo que sí.

Pero mejor, corro.

El libro que elijo, el único que tengo de Tsutsui, se llama Estoy desnudo y lo ha publicado ahora Atalanta, la nueva editorial de Jacobo Siruela, el hijo de la duquesa de Alba (algo bueno tenía que haber hecho esa mujer, aunque sólo sea por la cantidad de años vividos).

Son cuentos. Ocho cuentos.

Dos magníficos: Estoy desnudo y La ley del talión.

Los otros, a ratos. Algunos, curiosos. Otros, divertidos. Y también los hay cargantes. Pelín tostones.

Pero todos, todos, todos tienen algo que merece la pena.

¿Aún respiro?

Sí, creo que sí.

Y ya he llegado al hospital.

Puedo ponerme a leer tranquilo. Si me desmayo, seguro que habrá alguien que sepa hacerme una traqueotomía.

Tsutsui nació en 1934. Dicen que es el nuevo autor de culto japonés.

Nuevo aquí. En su país deben conocerle desde hace años.

No es un japonés en plan samurái crepuscular (Mishima). Ni un japonés en plan "me gusta el jazz, soy muy cosmopolita y tengo una gran vida interior, aunque quizá algo rarita" (Murakami).

Tsutsui es más bien el tipo de japonés tarado, cruce de manga un poco guarro (no porno), algo de 'Humor amarillo' y algo de película sangrienta de yakuzas, pero sin yakuzas.

Simplificamos y exageramos. Como siempre.

En sus cuentos hay demonios que entran en una oficina y se ponen a matar a todo el mundo. Hay extraterrestres cabrones que no terminan de entenderse con los humanos (tiene dos cuentos sobre el tema, los que menos nos han gustado). Hay autobuses llenos de locos y viajes en avionetas suicidas. Hay chupatintas que quieren perder la virginidad y niños a los que les van cortando los deditos de uno en uno.

Hay sexo, pero como hablan de sexo los japoneses: con desvergüenza e ingenuidad. O pudor, si es que eso es posible. Pudor y vicio. O pudor y cierto espíritu de viejo pervertido.

Hay sangre, con esa misma contradicción o ambigüedad tan japonesa: entre lo naïf y el gore.

Hay humor. O muy negro, negrísimo y retorcido, o muy infantil, casi de chiste y de tropezones, como de 'Vídeos de primera'.

Y hay, sobre todo, imaginación, mucha, muchísima imaginación. Como todo lo anterior: siniestra y, al mismo tiempo, de colorines.

Nuestros cuentos preferidos son los que ponen a un tipo normal frente a una situación extrema, como Estoy desnudo o La ley del talión.

En el primero, una pareja está follando en un hotel. Se produce un incendio y los dos tienen que salir casi desnudos a la calle.

En el segundo, un tío vuelve a casa y se encuentra que un peligroso asesino ha secuestrado a su mujer y a su hijo.

Y mejor no contar más: hay que leerlos.

Por eso, quizá, está bien llevarse a Tsutsui a urgencias: porque sabes que lo tuyo es parecido, pero que no llegará ni mucho menos a tanto. O quizá sí.

Y por la sangre, y los muertos, y los accidentes, y el humor negro, y los cruel y disparatada que es la vida.

En realidad, todo eso lo tienes a tu alrededor, en esa gente que sufre y que no le queda más remedio que pasar la mañana del domingo en un hospital.

Y es una mierda. Una puta mierda tanto dolor, el de la gente que espera, no el nuestro, que casi ni existe, aunque algún día existirá. Tan inútil todo.

Pero te lo cuenta Tsutsui y mola. Incluso te da fuerzas para seguir respirando y para recibir con una sonrisa en la cara el chute de corticoides que volverá a poner todas tus carnes en su sitio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder¡ Qué malo. El despertar, digo. Debe sentirse uno tan...impotente¡¡¡ ¿Y después de eso aún fuerzas para nueva entrada? Se agradece de veras.
Pîenso leer el libro, me gusta la ilustración de la cubierta y me gusta, tal y como lo cuenta, el contenido. Me lo enchufo.
A mejorarse y ¡alergia al ron!
es usted un poco extraño. Pero no decaiga, su blog es cojonudo y hay más bebidas espirituosas, que dicen ahora.

Gracias, una vez más. Tiene la habilidad de describir de tal manera el contenido de los libros sin desvelar lo que no se debe...

Enhorabuena y cuidese, por favor.

Anónimo dijo...

Lo que cuentas me recuerda a un antiguo amante. Le pasó algo parecido. Le diagnosticaron incompatibilidad de salibas (no con la mía gracias a Eros).

Por si puede ayudar.

DON ZANA dijo...

Me deja usted de piedra, Sr. Vilá.

Ya he dicho en alguna ocasión que le imagino más... gafotas. Y resulta que se coge usted unas manoplas de ron que le protesta hasta su propia glotis (glamurosa protesta, por cierto, pues a la mayoría de los mortales en esos casos se les rebela la almorrana).

Lo leo y no lo creo. Me encantaría conocerle en persona. Urgentemente.

A saber con quién se juntaría usted en esa bacanal...

Mucho ánimo, mejórese y, sobre todo, no nos prive de estas "joyitas" diarias. Gracias por el esfuerzo de ayer. Me hago cargo.