viernes, 5 de junio de 2009

De peces y pescadores muertos (sobre 'La playa de los ahogados', de Domingo Villar)


Lo de ayer fue como un chiste de Faemino y Cansado.

El alergólogo ratificó su diagnóstico: anisakis.

O sea, nada de comer pescado.

Pero la alergia, nos advirtió, también puede ser al ron, al hielo industrial, a los kikos y hasta a este blog.

Hay que restringirlo todo.

Cualquier cosa nos puede cerrar la traquea.

Cualquier cosa nos puede matar.

Eso ya lo sabíamos. Eso lo sabe todo el mundo. Para eso no hace falta ir médico.

Y el final, igualito también que Faemino y Cansado: qué se joda el doctor, que además se parece a César Vidal, y por la noche nos fuímos a cenar a un japonés.

Un japonés con nombre de libro: Kokoro, de Natsume Soseki, reeditado este año por Gredos. Otro día te hablamos del restaurante y de la novela.

Hoy mejor hablamos de peces, seguimos hablado de peces, y de pescadores muertos, de Domingo Villar y de su estupendo libro La playa de los ahogados (Ed. Siruela).

Al principio, cuando lo vimos, nos dio miedo y lo comentamos: casi 450 páginas.

¿Se le había ido la mano a Villar?

No, a Villar no se le ha ido la mano.

Al revés, a Villar la mano le ha madurado, y ha conseguido hondura, y la controla de maravilla: la mano, la trama, el ritmo, la ambientación... Todo.

Resumimos el argumento en dos líneas: un pescador aparece muerto en la playa de Panxón. Todos creen que es un suicidio, pero el inspector Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez se ponen a investigar el caso y...

Y mejor no contar más, como de costumbre. Mejor leerlo e ir descubriendo la historia, toda las vueltas que da, los personajes, subtramas y pistas que van apareciendo: los naufragios, los fantasmas y los crímenes del pasado que vuelven de pronto, las relaciones del protagonista con su padre, la sombra de la ex pareja de Caldas, las dificultades de su ayudante maño para adaptarse a Galicia...

La playa de los ahogados, como el anterior libro de Villar, Ojos de agua, es una novela negra.

Novela negra a la gallega.

Y eso es muy importante: ahora hay novelas negras americanas, francesas, suecas, escocesas, chinas, indias, palestinas...

Pocos géneros tan difundidos, tan leídos y tan cultivados.

Y no es por una moda o un capricho.

O porque haya crímenes y malos en todas partes.

O porque exista un esquema que se adapta a cualquier cultura.

No, la novela negra ni es esquema ni se adapta, la novela negra se empapa de la realidad, está hecha justo de eso, de realidad, y es uno de los artefactos narrativos más potentes para definir una sociedad y su tiempo.

En este caso, Villar habla de la Galicia actual, de Vigo, de los excesos urbanísticos y de mares esquilmados en los que ya apenas se encuentran peces, de puertos donde sólo pescan tres barcos y de lonjas a las que siempre acuden los mismos compradores, de gente que sigue creyendo en los fantasmas y de supersticiones para librarse de ellos, de nuevos ricos y de un mundo que ve en el turismo su principal esperanza. Pero también su mayor enemigo.

Villar, que es crítico gastronómico, incluye además las cosas que ama. Y consigue algo muy difícil, no ya transmitir ese amor, sino contagiarlo. Amor por el vino y los viñedos que cultiva el padre de Caldas, por la cocina, por el marisco, por los bares y por los restaurantes.

Aquí no hay tiros ni persecuciones a toda velocidad por la autopistas. Villar no va de duro.

Aquí hay melancolía, una tristeza que no es ñoña, sino más bien una forma de estar en el mundo. Y cierto toque de ironía, o mejor, de retranca. Y una obsesión, la del inspector Caldas y la de algún otro personaje por hacer justicia y que cada cual pague sus culpas. Villar no va de blando.

Con todo ello Villar crea un atmósfera, por llamarlo de alguna forma, que envuelve y atrapa al lector.

Atrapa también por su ritmo, casi perezoso al principio, pero que luego se va acelerando según la investigación avanza, y se complica, y da todos los quiebros que exige el género.

Te atrapa y se te queda pegada, o se te queda dentro. Da igual, lo que queremos decir es que La playa de los ahogados te la llevas puesta y sigue contigo incluso después de haberla acabado.

Y no le sobra una página.

Lo dejamos.

Hay que empezar el fin de semana.

Veremos si comemos más peces, peces muertos, o si bebemos ron, o si acabamos en urgencias.

Pero esperamos que no. Esta vez, no.

(La foto de hoy es de nuestro último fichaje, la Srta. Valerie de la Dehesa, colega y fotógrafa, con la que estamos negociando un contrato para incorporarla como editora gráfica, aunque sólo sea a ratos.)

No hay comentarios: