viernes, 12 de junio de 2009

Más Larsson, mucho calor y Palestina

Seguimos leyendo a Larsson.

El último, el que sale el jueves: La reina en el palacio de las corrientes de aire (Ed. Destino).

Nos gusta.

Y previsiblemente nos pasaremos el fin de semana pegados a él.

Seguimos también pensando en piscinas.

Piscinas privadas en las que las chicas desnudan sus cuerpos al sol (Radio Futura).



Soñamos con ellas (con las piscinas).

Tenemos pesadillas.

Hace mucho calor y se acaba la Feria.

No vamos a ir.

Ya sólo saldremos de casa por la noche, cuando baje un poco la temperatura.

Habrá mil autores firmando y mil actos programados.

Mañana sábado Amnistía Internacional organiza una mesa redonda: "La población de Gaza y Cisjordania, víctima permanente". Es a las 13.00.

Te dejamos con un poema de Mahmud Darwish. Le llaman el "poeta nacional palestino".

Un pueblo sin Estado y casi sin tierras, al que se le niegan todos los derechos y se le convierte en víctima de décadas y décadas de injusticias, necesita un "poeta nacional", al menos eso, alguien que les dé fuerzas para seguir luchando y que quizá algún día cante su victoria.

Aunque Darwish ya no podrá ser. Murió el año pasado.

El poema se llama En esta tierra y es del libro Menos rosas (Ed. Hiperión. Traducción de María Luisa Prieto):
En esta tierra hay algo que merece vivir: la indecisión de abril, el olor del pan
al alba, las opiniones de una mujer sobre los hombres, los escritos de Esquilo, las primicias del amor, la hierba
sobre las piedras, las madres erguidas sobre un hilo de flauta y el miedo que los recuerdos inspiran en los invasores.
En esta tierra hay algo que merece vivir: el fin de septiembre, una dama que entra,
con toda su lozanía, en la cuarentena, la hora de sol en la cárcel, nubes que imitan a un grupo de
seres, las aclamaciones de un pueblo a quienes ascienden, sonrientes, hacia su muerte y el miedo que las canciones inspira a los tiranos.

En esta tierra hay algo que merece vivir: en esta tierra
está la señora de la tierra, la madre de los preludios y de los epílogos. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando
Palestina. Señora: yo merezco, porque tú eres mi dama, yo merezco vivir.

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