jueves, 27 de febrero de 2014

El sí de los perros (ya en las librerías)


Aquí más información.

Y aquí las primeras páginas.

Aquí se puede comentar.


jueves, 23 de mayo de 2013

Sobre 'Daniela Astor y la caja negra', de Marta Sanz


Leo Daniela Astor y la caja negra, la nueva novela de Marta Sanz, y el blog (este blog) resucita de pronto.

Así por las buenas, sin necesidad de excusas, apuestas o unas cañas de por medio.

Al revés, casi que escribo a contrapelo en el ordenador viejo porque el de siempre se ha roto, esquivando mil tentaciones y unos cuantos trabajillos de mierda, intentando corregir por enésima vez la nueva novela y, sobre todo, luchando contra la pereza primaveral que este año más que nunca parece infinita, monstruosa, inabordable.

El universo entero convertido en un bostezo.

Pero es que hay que hacerlo.

A ver, Daniela Astor y la caja negra es una novela de Marta Sanz. O sea, una novela hipnótica y exigente, a ratos inquietante e incómoda y a ratos juguetona e irónica, un desafío y un caramelito para el lector. Pero un caramelito, ojo, que puede ser peligroso.

Sí, y ésta es la primera buena noticia: las novelas de Marta Sanz son esos caramelos con droga de los que nos hablaban en la infancia para que desconfiáramos de los desconocidos y que hemos estado esperando toda la vida. Los chupas y saben a mil sabores distintos. Sabores que nunca has probado antes y tan pronto te dan un poco de risa como te hacen sentir un miedo muy extraño. Un miedo que tiene que ver con darte cuenta de que las cosas quizá sean de una forma muy distinta a como las habías imaginado siempre. Un miedo también relacionado con notar que el suelo se mueve bajo tu pies o con descubrir que dentro de ti hay un pequeño y miserable hijo de puta. Digo pequeño y miserable hijo de puta por decir algo, que nadie se dé por aludido. Era sólo un ejemplo.

Los libros de Marta Sanz siempre te hacen más listo. La idea no es mía, me la comentaba el otro día alguien en una fiesta de disfraces. Juro que la anécdota es cierta. Puede que te hagan también mejor persona. O, al menos, una persona distinta, que es lo que hacen siempre los libros que de verdad merecen la pena: según los lees, empiezan a pasar cosas dentro de ti. Algo se rompe, algo cambia, algo surge, aunque sea pequeño.

Eso para empezar y como generalidad sobre Marta Sanz. Ahora Daniela Astor y la caja negra.

La historia es muy sencilla. O no. Catalina H. Griñán, mujer de unos 50 años, escribe el guión de un documental sobre las actrices del destape con las que soñaba cuando tenía 12 años y jugaba con su amiga Angélica a ser como ellas.

Por un lado, se nos cuenta la vida de esas mujeres: Amparo Muñoz, Bárbara Rey, Sandra Mozarowsky (alucinante su historia y las teorías de la conspiración en torno a ella), etc.

Por otro lado, Catalina reconstruye desde la madurez su paso de la infancia a la adolescencia, se mete en una piel que hace años dejó de ser suya, y revive un episodio muy dramático que es el verdadero eje de la novela. Luego hablaremos de él aun a riesgo de joderle la historia a quien todavía no la haya leído.

Lo primero que sorprende de Daniela Astor y la caja negra es que consigue una de las cosas más difíciles en literatura: desprende autenticidad. No hablo de verosimilitud, no es que resulte creíble, eso es más o menos fácil, hablo de cierta intimidad, intimidad no babosa. Hay una voz que te cuenta algo muy personal e importante, necesario. Es una voz sin fisuras, como la de otras novelas de Marta Sanz, pero ahora se vuelve aún más incuestionable si es que eso es posible. Catalina habla y nosotros sólo podemos callarnos y escucharla. Estamos obligados a ello. El vínculo que esta voz establece con el lector es muy intenso.

Y ese vínculo, a medida que avanza la historia, se estrecha y se estrecha cada vez más.

Porque encima esta novela tiene algo de trampa (no de tramposa). Tú entras y lo primero que ves es a dos preadolescentes jugando, fantaseando y riéndose. Pero poco a poco se va volviendo todo mucho más serio y te va quitando el espacio que tenías a tu alrededor para moverte con libertad, para salirte si no te gustaba o para levantarte e ir al baño. No es sólo que te atrape, es que te obliga. Otra vez vuelve la obligación, casi en un sentido moral y casi como una fuerza física. Es una obligación que tiene que ver con el desarrollo de la historia y del propio personaje, con el telón de fondo de la novela. Incluso después de acabarla, permanece el vínculo. No es un libro que cierras y ya está: a otra cosa, mariposa. Es un libro que no terminas de cerrarlo del todo. Para bien o para mal te acompaña. Y te sigue obligando.

Daniela Astor y la caja negra te acompaña y te obliga porque te cuestiona. Te hace plantearte ciertos temas y cuál es tu posición respecto a ellos. No se trata de algo meramente intelectual, de yo pienso esto o pienso lo otro pero da igual porque ambas posiciones son perfectamente intercambiables y no influyen en mi vida para nada. No, es justo lo contrario, y de eso habla la novela: de cómo las ideas y las imágenes determinan la realidad y se encarnan en ella, de los modelos que se nos transmiten desde el cine, desde los medios o desde la literatura, de cómo forjamos nuestra identidad a partir de unos sueños y unas fantasías que son una auténtica mierda, como dice la protagonista nada más empezar la historia.

Catalina a los 12 años juega a ser Daniela Astor, actriz rubia natural con un lunar sobre su carnoso labio superior, un descapotable y un magnate que pretende casarse con ella. Catalina –tan inteligente, tan cabrona, tan tierna en el fondo y sin querer reconocerlo, tan frágil y tan cínica, tan adorable– juega y no es que nosotros juguemos con ella, es que sus juegos son los nuestros, entonces –finales de los 70– y ahora. Sus fantasías son las que determinan y configuran la vida de tantas y tantas mujeres en las últimas décadas y en actualidad. Y las que mandan sobre el deseo de los hombres. O sea, también sobre sus vidas. Hablo de modelos de belleza, pero sobre todo de modelos de vida. Hablo de exigencias impuestas desde fuera, de un bombardeo constante, de eso tan bonito y tan foucaultiano de ver cómo el poder, un poder ciego y difuso, toma el control de los cuerpos, los penetra, los posee o los destroza llegado el caso. Hablo, por ejemplo, de ese proceso mediante el cual el cuerpo, en este caso el cuerpo femenino, se convierte en objeto de consumo. Y de consumo en un doble sentido: el de las portadas del Interviú, por ejemplo, a las que Marta Sanz dedica un brutal capítulo en las novela y que explica muy bien por qué todas o casi todas esas actrices del destape acabaron tan mal: no eran más que carne para la inmensa picadora de un país que jamás renunció a su miseria moral y política. Objeto de consumo también en el sentido de ampliación del mercado, de creación de toda una series de ansiedades y necesidades nuevas relacionadas con el cuerpo. Esa obsesión que a nosotros nos parece tan natural pero que nuestras abuelas jamás sintieron por tener un buen culo, o unas grandes tetas, o gastar un altísimo porcentaje de sus ingresos en baratijas del Zara fabricadas en cualquier taller de Bangladesh, donde sus trabajadores encima tienen el mal gusto de morirse de pronto de cien en cien o de mil y mil, y nos recuerdan así, aunque no lo pretendan, cuál es el carísimo precio que pagan algunos por nuestros estúpidos caprichos. 

Daniela Astor y la caja negra habla del origen de todo esto y de los mecanismos que lo perpetúan, y por eso a mí no me parece tanto una novela sobre la Transición o el destape (que sí, que también) como una novela sobre nosotros, absurdos ciudadanos en crisis del siglo XXI.

Podría decir también que algo muy parecido ocurre con los hombres, pero no sería del todo cierto, o no sería en absoluto cierto, e implicaría abrir un debate que excede las pretensiones de esta reseña.

Y cuidado, porque a partir de aquí pueden filtrarse detalles de la trama y de la novela que se la joderán a quien no la haya leído y quiera hacerlo.

Daniela Astor y la caja negra trata otro tema espinoso: el aborto. De nuevo el poder y los cuerpos. Pero esta vez la dominación se ejerce por medios mucho menos sutiles, la presión es tan real y tan primitiva como una pareja de la policía que detiene y lleva a la cárcel a una mujer por abortar en esa España de los 70 en la que supuestamente muchas otras mujeres se estaban liberando a sí mismas y al resto por desnudarse en el cine o en las revistas.

Marta Sanz plantea el tema del aborto de una forma muy valiente: sin gilipolleces. No elige a una adolescente, ni a una mujer violada o en la miseria más extrema, o a punto de parir un bebé enfermo y que se pasará toda su vida sufriendo en una cama. Tampoco explica los motivos de esa mujer para abortar. No quiere entrar ahí. Incluso la enfrenta con su marido al tomar la decisión. Marta Sanz plantea el derecho de la mujer a elegir de manera rotunda y absoluta.

Tan rotunda y tan absoluta que, ay, puede hacer que durante su lectura surjan mil dudas y cierta incomodidad, puede también que algunos desacuerdos, al mismo tiempo que se disfruta o se sufre (para bien) la novela, mientras te entusiasmas o te emocionas con ella.

Daniela Astor y la caja negra te cuestiona, ya lo advertíamos antes, y puede hacer que brote más de un conflicto latente o más de un ramalazo reaccionario.

Éste, por supuesto, es uno de los mayores halagos para su autora, aunque yo no sé si estoy de acuerdo con ella y al hablar de conflictos, ramalazos y desacuerdos lo más probable es que me refiera a mí, y quizá por eso la tal Daniela o la tal Catalina me hayan revuelto tanto (otra vez para bien), y me persigan desde entonces. No consigo quitármelas de encima.

Quizá por eso, supongo, tenía y quería escribir esta reseña que lleva semanas dando vuelta en mi cabeza y unos cuantos días aquí abierta como un borrador que escribo y reescribo, corrijo y corrijo, sin que termine de convencerme. O sin que me convenza en absoluto.

Y es que la sensación que prevalece es la de no haber llegado ni siquiera a rozar la novela. Se me quedan demasiados temas, demasiadas escenas y demasiados personajes que ni siquiera he mencionado. Si Marta Sanz es siempre mucho más lista que tú y te excede en todo, hagas lo que hagas, esta vez se ha crecido aún más y por esta novela desfilan lo mismo magistrales escenas de iniciación sexual inspiradas en las películas de terror de la época que una durísima crítica a determinada izquierda o una relación entre una madre y una hija llena de rencores, reproches y cariño, que es como para ponerle un piso. Hay también momentos para la emoción, una emoción contenida, en absoluta sensiblera o manipuladora, y hasta aparece Sálvame, sí, sí, Sálvame, el programa de televisión en un final apoteósico que mete hostias como panes a ese otro gran escritor e intelectual llamado Jorge Javier Vázquez.

Nadie escribe como Marta Sanz y en Daniela Astor y la caja negra lo vuelve a demostrar.

Por eso, si has llegado hasta el final de esta reseña eterna y fracasada tengo una mala noticia que darte: has perdido el tiempo de la manera más boba.

Déjalo ya, corre a la librería o la biblioteca, y hazte con un ejemplar. Descubrirás que los caramelitos con droga existen y que después de probarlos ya nada vuelve a ser igual.

(Lo de Jorge Javier es coña, claro. Lo de gran intelectual y escritor. Pero las hostias no, esas aparecen en la novela y van muy, muy en serio.)

lunes, 12 de noviembre de 2012

'm', la novela






Anunciamos novedades (primero aquí y luego aquí) y parece que ya han llegado.

Novedades o mejor, una sola noticia con un nombrecito muy corto, tan corto como m.

m es una novela que ya está impresa y a punto de llegar a las librerías.

m la ha publicado una editorial nueva, Piel de Zapa, nueva pero con un gran y estupendísimo bagaje por parte de sus responsables.

Aunque mejor seguimos hablando de m en su blog: elblogdelanovelam.blogspot.com

Allí te cuento un poco más y en breve espero colgar el arranque de la novela y todo lo que vaya surgiendo.

Si te interesa o te interesaba este blog, puede que m también te guste. Son dos historias muy distintas, pero en el fondo tienen mucho en común.

martes, 6 de noviembre de 2012

'm', las inminentes novedades que anunciamos en la última entrada se llaman 'm'...

m de matadero.

m de multiverso.

m de matriz o de maternidad.

m de megalomanía.

m de mierda.

m también de teoría M:



Por favor, sigan atentos, si es que aún queda alguien ahí fuera, ya falta menos...

viernes, 19 de octubre de 2012

Pronto puede haber novedades

Por favor, permanezcan atentos.



lunes, 12 de marzo de 2012

Sobre 'Un buen detective no se casa jamás', de Marta Sanz


Desde que dejé el blog he engordado.

Y he perdido un montón de pelo.

También han pasado cosas buenas.

El viernes, por ejemplo, recibí el nuevo libro de Anthony Bourdain. Se llama En crudo.

Y el jueves alguien me dijo: si vuelves a abrir el blog, hacemos una fiesta.

A tanto no creo que llegue, pero ya me he tomado un par de cañas a su costa.

Así que le debo una entrada.

Hablemos de algún libro.

Del mejor que he leído en los últimos meses.

Se llama Un buen detective no se casa jamás y lo ha escrito Marta Sanz. Lo edita Anagrama.

Un buen detective no se casa jamás es la continuación de Black, black, black.

Marta Sanz retoma a su detective Arturo Zarco.

Le saca de Madrid con el corazón roto (dice él) y se lo lleva a una ciudad de la costa valenciana, una especie de Benidorm, aunque en ningún momento se llega a concretar donde están.

Va a ver a Marina Frankel, una vieja amiga con mucha pasta, y se queda en casa de su familia: con la hermana gemela de Marina, su tía, el marido podólogo de su tía, un par de niñas también gemelas y Charly, la mucama.

Del argumento, mejor no contar más.

Un buen detective... no es una novela negra, como señala su autora, a pesar de que hay en ella un detective y un misterio que poco a poco iremos descubriendo.

Un buen detective... es más bien un cuento de hadas, como también señala su autora.

Hay mucho de alucinación, delirio o pesadilla en Un buen detective...

Hay cierta bruma o niebla que lo envuelve todo y hace que las cosas se desdibujen y pierdan consistencia.

Hay también algo muy siniestro y peligroso detrás de esa bruma, hay una amenaza que se intuye y que tarde o temprano se lo acabará llevando todo por delante.

Hay catarsis y hay lucha de clases.

Pero es que la vida de la gente rica es un poco así.

Y cada vez más.

Ricos y ordinarios son estos personajes.

Nada pijos ni estreñidos.

Porque lo que sí es Un buen dective... es una novela roja.

Pero novela roja al estilo de Marta Sanz.

O sea, a lo bestia y nada estreñida tampoco.

Cuando uno empieza a leer Un buen detective... lo primero que piensa es en lo bien que se lo ha debido pasar Marta Sanz escribiéndola. Se la ve muy cómoda, muy irónica, muy lírica.

Lírica en el mejor sentido posible, nada cursi. Todo lo contrario, con un punto a veces terrible, otras escatológico, en ocasiones grotesco...

Pero enseguida Un buen detective... se transforma en algo distinto. Ese sentido lúdico, esa mezcla de ironía y lirismo, se convierte en una seguridad absoluta.

Ya no parece que escriba divirtiéndose, sino ensimismada, un poco como si hubiera entrado en estado de trance. Supongo que eso tiene que ver con su capacidad para mantener el tono a lo largo de toda la novela (con la excepción de un capítulo mucho más sobrio) y con la acumulación de imágenes potentísimas, metáforas deslumbrantes y otras barrabasadas por el estilo. Un chorreo que va construyendo un texto sólido, solidísimo, incuestionable, sin una sola grieta o fisura. Y lo que es aún más importante: con efectos hipnóticos.

O entras o no entras en Un buen detective... Si te quedas fuera, tú te lo pierdes. Pero si aceptas el reto que te propone Marta Sanz, ya solo queda dejarte arrastrar por ella y seguirla asombrado y con los ojos muy, muy abiertos para no perderte ni un solo detalle de ese mundo que va creando con cada palabra, con cada frase, con cada coma. Y en el que nada es lo que parece. Habrá que esperar al final para descubrir qué es lo que de verdad ha pasado y quienes son los auténticos protagonistas de la historia.

Un buen detective... es un libro lúcido y rabioso, extraño y exigente, muy exigente. Toda una experiencia que se atreve a meterse en mil charcos y asumir mil riesgos.

Una última cosa: si Un buen detective... tiene valor por sí mismo, más valor tiene en relación con Black, black, black. El uno enriquece al otro y, al mismo tiempo, son muy distintos. No es que haya una evolución o una superación de Black, black, black. Tampoco hacía falta. Pero sí hay un salto, un afán por despegarse y por buscar caminos distintos.

Al final, lo que te quedan son ganas de más y también una pregunta: ¿qué va a ser lo siguiente?, ¿hasta dónde va a llegar Marta Sanz con su próximo libro?

domingo, 24 de abril de 2011

Resaca de Sant Jordi 2011


24 de abril, domingo de Pascua, último día de la Semana Santa, al menos en Madrid.

Me despierto poco antes de que empiecen las carreras de caballos.

Sobre la mesa del salón siguen los libros de Sant Jordi: el que regalé y el que me regalaron.

Regalé La última noche (ed. Salamandra), de James Salter, un libro de cuentos. Cuentos de amor. Muy, muy cabrones. Aún recuerdo lo que me afectó en su día. Hay un poco de todo, pero todos desgraciados. Desgraciados sin el menor romanticismo, de la forma más áspera y real, con frases como ésta:

Uno nunca tiene la compañía humana que desea. Siempre es algún sustituto.

Me regalaron Paprika (ed. Atalanta), de Yasutaka Tsutsui. Es la primera novela suya que publican en España. Hasta ahora sólo habían traducido sus cuentos: muy frikis, muy bestias, muy divertidos, muy inteligentes. Hablé de ellos en relación con otra resaca.

Paprika va, por lo poco que cuenta la solapa, de sueños, de un psiquiátrico donde experimentan para introducirse en ellos y controlarlos, y de cómo eso acaba convirtiéndose en una gran conspiración para dominar el mundo. Creo.

Es ciencia ficción.

No me costó elegirlo, fue un flechazo: en cuanto lo vi quise que me lo regalaran, aunque había muchos otros libros apetecibles. Quizá influyó el que llevara todo el día leyendo cuentos en el móvil de Philip K. Dick, otro grande de la ciencia ficción.

La literatura del siglo XXI o es ciencia ficción o no me interesa.

La literatura del siglo XXI o es grotesca o es mierda pretenciosa y vacía.

La literatura del siglo XXI o es excesiva o está muerta.

Exagero, claro.

Pero en el fondo, o de alguna de las muchas maneras posibles, lo que digo es cierto.

Más ciencia ficción:



Es la canción más bonita que he oído en mucho tiempo (sí, bonita) y grotesca. O si no, al menos irónica.

Que la vuelta no os resulte muy dura.