Nos acojonan los chinos.
No somos capaces de entenderlos.
Los despreciamos, los humillamos, los odiamos.
O les hacemos mil reverencias, como si conocieran secretos que nosotros ni siquiera somos capaces de imaginar.
En el fondo, todos pensamos lo mismo: tarde o temprano acabarán devorándonos.
Nadie respeta a la chinos.
Ni el niñato que entra en una de sus tiendas y se la revienta entera por hacer la gracia ni las mafias que los traen aquí ni los empresarios que los esclavizan.
Aunque ellos, esos cabrones explotadores, a veces también sean chinos.
Este poema lo escribió un chino.
Se llamaba Du Fu.
Y está dedicado a todos los chinos.
A los de Mataró, y a los 18 que en febrero estuvieron a punto de suicidarse porque una importante empresa constructora (o alguna de sus subcontratas) llevaba tres meses sin pagarles el suelo.
También a los que esta noche hará justo un año mataron a un hombre en la calle Fuencarral de Madrid. Sólo tenían miedo y trataban de defenderse.
Y hasta al chino hijo de puta que nos vende de noche las cervezas pero que nunca nos sonríe ni nos saluda ni muestra la menor amabilidad.
Él es otro, suponemos, de los que viven permanentemente amenazados y puteados.
Violento el viento.
Alto el cielo.
Los monos aúllan sus tristezas.
Sobre el islote blanco y frígido,
un ave vuela, dando vueltas.
Arrastradas por el viento, miríadas de hojas
caen silbando de los árboles,
y el inmenso Yangtse corre tumultuoso.
Lejos de mi tierra,
lloro el triste otoño,
y los viajes me parecen interminables.
Abrumado de años y enfermedades,
subo solo a esta terraza.
Las penurias y congojas
han hecho abundar mis canas.
No puedo sino dejar a un lado mi copa.
Nota 1: El poema se llama Ascensión y lo hemos sacado del libro Poemas de Tang. Edad de Oro de la poesía china. Ed. Cátedra. Traducción de Chen Guojian.
Nota 2: El título de la entrada es un plagio, o una parodia, de Del inconveniente de haber nacido, de Émile Cioran, un charlatán, un llorica, un pesado. Otro día te hablamos de él.
2 comentarios:
Sr. Vilá,
Siento una gran curiosidad por la historia de la foto (que, por otro lado, suele contar en la mayoría de sus entradas).
Ande, no sea así, cuéntenosla.
Don Zana,
El de la foto es un bebé que batió el récord de gordo: ocho meses y más de 18 kilos.
Un niño muy guapo.
Y muy bien criado, sobre todo eso: bien criado.
Dele un abrazo a su suegra y dígale de mi parte que Lisbeth Salander y Zala al final se casan.
Es mentira y no creo que se lo trague, pero igual la putea un poco.
Otro abrazo para usted.
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