viernes, 24 de abril de 2009

Viaje real a la locura (sobre Michael Greenberg y Gul Y. Davis)


¿Alguna vez has estado en un psiquiátrico?

No es un sitio muy divertido.

Hay personas y donde hay personas siempre pueden surgir cosas buenas: cariño, generosidad, sonrisas...

Pero lo que hay sobre todo en un psiquiátrico es sufrimiento.

La locura no tiene gracia. No resulta romántica ni guay ni sofisticada. Una enfermedad mental o una crisis nerviosa o un brote o como quieras llamarlo no se parecen en nada a una fiesta.

La locura tampoco es la última parada de la inteligencia o del talento. No es la demostración del genio ni suelen encontrarse demasiadas respuestas en ella.

Lo que no quiere decir que los locos (los enfermos mentales, los que están sufriendo una crisis, un brote, o como quieras llamarlos) sean tontos.

Hay locos listos y hay locos tontos, hay locos con talento y hay locos sin talento. Y seguramente en la misma proporción (o muy parecida) que los que consideramos cuerdos.

Es difícil establecer los límites y es difícil generalizar.

La locura (la enfermedad mental, las crisis, los brotes o como quieras llamarlo) tienen muchas formas de presentarse. E incluso muchas fases y etapas dentro de una misma enfermedad.

Los locos (los enfermos mentales, los que están sufriendo una crisis, un brote, o como quieras llamarlos) están locos una temporada y luego, a lo mejor vuelven a estar más cuerdos que tú, depende de cada caso.

Pero lo que no suele hacer la locura es convertirte en un genio o en un payaso o en un peligrosísimo criminal. Citamos estos tres prototipos porque son los que suelen aparecer en los libros. Son libros que mienten, aunque quizá sus autores ni siquiera lo sepan.

La locura real se conoce muy poco. Entre otras cosas, porque la locura real se esconde, tanto en la literatura como en la vida. Nadie quiere verla. No encaja con esa idea romántica y además, duele.

La locura real suele significar sufrimiento, insistimos en ello, miedo, soledad, incapacidad para entenderse a uno mismo, aislamiento, una ruptura respecto a todo lo que hasta ese momento has sido y respecto al mundo...

Hoy hablamos de locura por dos libros recientes que nos ha gustado cómo abordaban el tema.

El primero se llama Hacia el amanecer. Lo ha escrito Michael Greenberg y lo ha publicado Seix Barral.

No es una novela. Es un padre que cuenta como su hija Sally de 15 años sufre una crisis mental. La diagnostican un trastorno bipolar y lo que sigue es todo el proceso de recuperación: el ingreso en el hospital, las preguntas sin respuesta, la familia culpabilizándose y haciéndose todo tipo de reproches, la mezcla de impotencia y arrogancia de los psiquiatras, los efectos secundarios de la medicación...

Lo primero que sorprende en Greenberg es la mezcla de serenidad y sinceridad. No es exhibicionista ni obsceno, no se aprovecha de la enfermedad de su hija para hacer "literatura".

Puede incluso resultar frío, premeditadamente frío, pero eso es mil veces mejor que una historia victimista o llorica.

Y a pesar de ello, hay momentos en los que resulta difícil no verse afectado emocionalmente por lo que está contando. Como cuando decide probar la medicación de su hija para saber qué siente. O cuando pasa el brote y Sally por fin vuelve a ser Sally.

Greenberg desmitifica la locura y habla de ella desde fuera. Habla de sí mismo, de cómo lo vivió. No habla de la locura desde dentro. No pretende reconstruir la experiencia de su hija. No dramatiza, pero tampoco ofrece falsos consuelos.

El otro libro, Un paseo solitario, sí es una novela. Lo escribió en 2000 un inglés, Gul Y. Davis, y lo ha editado ahora en español Periférica.

Davis, al revés que Greenberg, habla desde dentro, desde su propia experiencia, la de alguien muy joven, poco más de veinte años en la novela, pero que ha pasado más de diez ingresado en distintos psiquiátricos. Le dan el alta y sólo una semana después sufre una recaída.

Davis habla de la incapacidad de sonreír o follar, de la violencia y los castigos en el psiquiátrico, del vacío, del aburrimiento, de sentirse muerto, del terror al no poder distinguir entre lo imaginado y lo real...

El libro de Davis es duro, durísimo, como el Greenberg, pero de una forma distinta, sin la menor serenidad, al contrario, con toda la urgencia y la desesperación de quien no quiere volver a ese sitio, el psiquiátrico, donde tanto daño le han hecho y ni siquiera han podido curarle.

Davis, ya para acabar, reza e inventa una oración que podría ser la de cualquier loco:

"Querido Dios, concédeme un sueño reparador. Rezo para que mañana no esté tan solo por dentro; para que mi dolor se adormezca, para que mi mundo sea amable, para que yo no siga atormentado. Amén."

Hoy es viernes, pero no ha habido chistes. Lo que sí tenemos es una canción, She lost control, que habla también de la locura. El que la canta es Ian Curtis. Hace un par de semanas estrenaron una película sobre su vida. Se llama Control y a nosotros nos apetece mucho verla. Quizá superemos la pereza y vayamos este fin de semana.

Ian Curtis se ahorcó con 23 años. Dicen que si era epiléptico (y que por eso bailaba así), que si estaba deprimido, que si se estaba divorciando de su mujer...

Habrá a quien la imagen de Ian Curis colgado en la cocina de su casa le parezca muy de maldito, muy guay. A nosotros, en cambio, nos jode frivolizar, como con la locura. Y nos parece de una desolación extrema.

Sentimos el mal rollo. Pero a veces toca.

A cuidarse y a ser buenos.

La foto de hoy, por cierto, es de Jaime San Román. No le conocemos, ni a él ni a su modelo, sólo de este blog. Pero nos mola.

3 comentarios:

El llegidor pecador dijo...

He entrado en el blog, como cada día, sonriendo y ahora voy con una sonrisa helada en plena cara. De todos modos, excelente.

Juan Vilá dijo...

Gracias, Ilegidor, me encanta saber que eres uno de los cuatro pringados (quizá alguno más) que se molesta en entrar aquí todos lo días.

Sol dijo...

“la noche estrellada”
Yo después de leerte me traes a la memoria “ la noche estrellada” fue una de esas obras hija de la locura , cada vez que la miro , ( mi obra preferida) siento desasosiego al intuir a un Van Gogh en sus días de crisis de locura, internado en el psiquiátrico, intentando memorizar todo lo que veía para luego pintar de noche, no sé me enternece… quizás por eso sea el magnum opus de van Gogh¿?