martes, 14 de abril de 2009

Adiós al sushi (una mañana pateando librerías)


El alergólogo se parece a César Vidal, es gordo y lleva un peinado extraño.

Pero lo peor es el diagnóstico: anisakis.

Nada de comer pescado en los próximos tres meses. Y luego, ya veremos.

Los restaurantes japoneses, ni olerlos, nos recuerda. Los que se mueren de esto siempre vienen de cenar en un japonés.

Adiós al sushi, al sashimi, a los makis y a todo lo demás.

Ya no conoceremos el nuevo Miyama. Ni nos cobraremos esa invitación pendiente en Kabuki. Ni compraremos la cena en Nippon para luego compartirla con los colegas en casa.

Ante una noticia tan dura, sólo nos queda tomarnos la mañana libre.

Ha dejado de llover y tenemos cerca la librería de la doctora Ochoa.

Estuvimos poco después de que abriera. No terminó de convencernos. Pensamos que le faltaba rodaje.

Hoy nos ha vuelto a decepcionar. Es fría y aséptica. Hay demasiado silencio. Nada invita a entrar ni a hojear los libros. Lo hacen aposta. Porque así se parece más al arte contemporáneo, su especialidad, y porque eso lo deben considerar muy moderno.

El colmo de la ridiculez son unos guantes blancos, como de mayordomo de anuncio de televisión. Los tienen encima de un libro y suponemos que son para tocarlo. Lo malo es que no nos transmiten sensación de limpieza. Más bien al contrario.

Y entonces, lo ridículo se convierte en muy, muy cutre. O en pura decadencia. Como unas cortinas de terciopelo sucias y apolilladas.

Pero no nos hagas caso, exageramos, como siempre y hoy además nos puede la aprensión. Es lo que pasa cuando acabas de descubrir que tienes un gusano hijo de puta dentro de ti que amenaza con cerrarte la traquea en cualquier momento.

Sólo curioseamos dos libros, los dos de Eugène Atget, un fotógrafo de finales del XIX y principios del XX. Son todo fotos de las calles de París vacías, o casi vacías. Tan fantasmales y evocadoras que aún no hemos descartado volver mañana mismo a comprarlo. O a robarlo, según nos dé el punto. (Para que te hagas una idea, la imagen que encabeza esta entrada es suya).

La siguiente parada es en La Modesta, una de nuestras librerías favoritas de Madrid. ¿Qué es lo que tiene? No lo sabemos exactamente. Pero se nos ocurren unos cuantos motivos: encanto, una forma distinta de hacer las cosas o que allí solemos encontrar libros que nos sorprenden.

Hablamos con Rocío, su dueña. Nos recomienda varias novelas. Después de muchas dudas, nos llevamos Dios no quiere a los niños. Un título precioso para una historia de críos asesinados en el Buenos Aires de principios del siglo XX.

Al parecer, está basado en una historia real y lo ha escrito una italiana, Laura Pariani. Lo edita Pre-Textos.

Antes de marcharnos, nos acordamos de que acaban de presentar el programa de La Noche de los Libros. Hoy queríamos haber escrito sobre eso. Le preguntamos a Rocío qué va a hacer ella en la librería. Nos cuenta que va a firmar Luis Alberto de Cuenca.

A nosotros nos cae bien y nos gustan sus poemas. Sobre todo, los sentimentales, esas historias de ex alumno del colegio del Pilar jugando al canalleo. Y los dedicados a los amigos o las amantes muertas, y la elegía que le escribió al perro de una de sus novias.

A ver si un día de estos nos hacemos una entradita sobre escritores de derechas. Pero no Céline ni Mishima ni Foxá, sino un par de ellos españoles y actuales, que nos molan y nos hacen mucha gracia.

Y ahora, a ver si el anisakis nos deja leer un rato...

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