miércoles, 29 de abril de 2009

Libros para el puente (o para el fin del mundo)


Es el fin del mundo.

Todos lo saben menos Isaac Rosa, que aún cree en teorías de la conspiración o en cortinas de humo.

Pero el signo de los tiempos es otro.

Acabamos de volver de Crisol, después de leer que cierran las tres librerías que aún les quedaban en Madrid.

Hemos ido como el que va a oficiar un funeral, o peor, como el que acude al tanatorio sin conocer a nadie, ni a la familia ni a los amigos, sólo para verle la cara al muerto.

A nosotros Crisol nos gustaba, nos pillaba cerca de casa, tenía horarios cómodos y solíamos encontrar cosas. Era una gran librería, una cadena perteneciente a un grupo importante, pero de las mejores dentro de ese tipo de establecimientos. Y con unos trabajadores que solían saber de libros y lo que se traían entre manos.

Lo sentimos por nosotros, pero sobre todo, lo sentimos por ellos.

Más signos del Apocalipsis.

Ayer se nos rompió el mail. Teníamos casi 9.000 mensajes en la carpeta de entrada.

El programa se negó a seguir funcionando y nos exigió que hiciéramos limpia.

Fue una escabechina.

Nos impresionó la cantidad de bajas que habíamos sufrido en poco más de un año: todas esas personas que antes nos escribían y ahora están en el paro, o han desaparecido, o quizá se han muerto.

Hablamos de mails profesionales. Y de la diferencia de trato entre entonces y ahora por parte de todo el mundo. Lo que ha cambiado, por ejemplo, el tono de la gente, cómo se ha ido agriando, como se ha impuesto la tristeza, la frialdad, el desánimo, un minimalismo expresivo que en realidad transmite miedo, impotencia, hartazgo...

Ni bromeamos ni exageramos. Animamos a cualquiera a que haga la prueba con su cuenta de correo.

Y ya, al grano, hoy íbamos a hablar del gran Céline, pero mejor lo dejamos para mañana, con más tiempo, suponemos.

En lugar de eso, nos centramos en tres libros interesantes, que empezamos en su día, o que estamos leyendo ahora o que nos apetece leer. Libros que prometen para este puente.

1. El hombre de mazapán. J. P. Donleavy. Ed. Edhasa: Otra de esas historias de irlandeses borrachos que a nosotros tanto nos gustan: excesiva, llena de miserias, de humor y de mala leche. Está escrita en los 50 y al pobre Donleavy le costó años publicarla. Decían que era obscena. Ahora, no sé quién, la ha incluido entre las 100 mejores novelas del siglo XX. Fresán escribió una crítica en ABC hace un par de semanas que nos decidió a leerla. A veces, las críticas también sirven para eso.

2. El beso de la sirena negra. Jesús Ferrero. Ed. Siruela: Ferrero se pasa a la novela negra y nos apetece ver qué ha hecho. Decimos como en su día con Atxaga: lo normal con estos cambios de registro es cagarla. Pero Atxaga, por ejemplo, no la ha cagado. Sus Siete casas en Francia nos gustaron. Es una buena novela. Y además, divertida. Igual que cuando John Banville se disfraza de Benjamin Black para dedicarse al género negro.

3. Libro de huelgas, revueltas y revoluciones. Edición de Constantino Bértolo. 451 Editores: ¿A que el título es bonito y más para un 1 de mayo? Un paseo por la historia de la literatura y de la insurrección. Distintos autores (John Milton, Mark Twain, Stephen Zweig, Galdós, Isaac Rosa otra vez...) nos cuentan la Revolución Rusa, la Mexicana, el Mayo del 68, la Intifada o los movimientos antiglobalización. Las ilustraciones corren a cargo Doré, Sorolla o Chagal.

Detrás del libro está Constantino Bértolo, alguien con mucho criterio. Empezó como crítico y ahora trabaja como editor, dirigiendo Caballo de Troya. Otro día, con más calma, transcribimos aquí los dos entrevistitas (en realidad, selección de libros) que le hemos hecho. Merecen la pena.

Y mañana, sí, el viejo gruñón, la gran bestia, nuestro amadísimo Céline. Sí, amadísimo. En vísperas del Apocalipsis uno sólo puede amar a Céline.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo también he tenido que repasar mis mails antiguos últimamente, pero mis conclusiones han sido completamente diferentes. Me ha parecido que todo seguía igual que hace unos años, que seguía cometiendo los mismos errores y dos días más tarde seguía teniendo las mismas ganas de reirme de ellos. Me he mirado con benevolencia y me he dicho: yo también soy gente.

C.Pace dijo...

No se si suena conservador o afortunado Anónimo. Seguramente los errores se repiten, y en los mejores casos se repiten las risas pero las hostias que recibimos hoy no son las mismas ¿Seremos gente abollada?