miércoles, 22 de abril de 2009

Superman se hace comunista


"Necesitamos a los superhéroes", decía el otro día El País.

Y debe ser cierto.

Si no, no se explica que en un mismo día:

- Hannah Montana visite Madrid (¿somos los únicos que vemos en esta mocosa a la auténtica sucesora de Lina Morgan?, ¿alguien se ha fijado en la serie, las caras que pone, los gestos que hace, las ganas que dan de matarla? Asesinato metafórico, se entiende, que si no, nos denuncian el Defensor del Menor y nos meten en la cárcel).

- Aznar reúna a todos sus ministros de 1996 (ayer insultamos al ex presidente, hasta le dedicamos una canción, pero al final, decidimos que no venía mucho a cuento y lo quitamos).

- Nosotros nos pongamos a leer lo último de Superman.

¿Superman?

Sí, es que se hace comunista y en lugar de llevar la S tiene una hoz y un martillo en el pecho. Precioso. El cómic se llama Superman. Hijo rojo y lo acaba de editar Planeta DeAgostini.

Es muy curioso. Y muy divertido.

Resulta que la nave que le trae de niño desde Krypton, en lugar de caer en una granja de Estados Unidos, lo hace en la URSS y Superman se convierte en el sucesor de Stalin.

A todo esto, Lex Luthor está casado con Lois Lane y la CIA no para de darle millones y millones para que cree un supervillano capaz de acabar con él.

Kennedy está vivo, se ha casado con Marilyn y todos los países se han vuelto comunistas menos dos al borde de la ruina, Estados Unidos y Chile (suponemos que es porque con la mala bestia de Pinochet no puede nadie).

No hay hambre en el mundo ni pobreza ni enfermedad ni ignorancia... El Superman rojo ha acabado con todo ello.

Lo único malo es que eso que llaman derechos individuales no se respetan mucho, pero más por el legado de Stalin, que por la voluntad del superhéroe.

Y va a ser justo el hijo de unos disidentes ejecutados por la KGB quien se convierta en su gran amenaza: un Batman con gorro ruso...

Imposible no pensar en Watchmen, claro.

Dicen que Watchmen es el principio de todo: del cómic moderno, de la novela gráfica, de los superhéroes fascistas y zarrapastrosos...

Y sí, Watchmen está llena de aciertos, de ideas brillantes y tiene algunos personajes magníficos, como Rorschach, el vengador ultraviolento y con Trastorno Límite, o el fetichista que sólo se empalma si se pone el uniforme de superhéroe.

Pero Watchmen es también muy pesadita y el origen de uno de los grandes males del cómic actual: esa actitud acomplejada que le hace querer ser siempre otra cosa, muy seria, muy profunda, y que acaba creando auténticos tostones, muy, muy pretenciosos.

Nada que ver con este Superman. Insistimos.

Y hoy, camaradas, cerramos con La Internacional. Ya sabéis: "Arriba parias de la tierra / en pie famélica legión"...

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