domingo, 1 de noviembre de 2009

Cosas pegajosas con las que hay que tener cuidado (sobre el disco 'Daiquiri Blues', de Quique González, y un libro llamado 'La mayor necesidad')

Paso todo el fin de semana escuchando Daiquiri Blues, el último disco de Quique González: en casa, en el ipod, en un coche...

Aún no sé si me gusta.

A ratos, incluso me cabrea.

Pero lo escucho, una y otra vez, una y otra vez.

No es pegadizo.

Es pegajoso.

Pegajoso como determinado tipo de tristeza.

Un disco que parece perfecto para momentos así: tan de bajón, tan monótono, tan autocomplaciente, tan ensimismado.

E hipnótico.

Daiquiri Blues no es tan bueno como el anterior disco de Quique González, Avería y redención, pero es que Avería y redención es uno de los mejores discos que se han grabado nunca en España.

Inmenso.

Daiquiri Blues no tiene canciones así:



Pero tiene otras como ésta, Cuando estés en vena, y aún mejores, aunque esas no están en YouTube:



Hay otra cosa pegajosa en mi vida.

Un libro que hojeo y me río.

No llego a leerlo, no pienso leérmelo entero, pero sí es perfecto, también, para momentos como éste y para las tardes de los domingos.

Es un libro sobre la mierda y lo que hacemos con ella.

O si prefieres, sobre "el reciclaje de los residuos humanos".

Se llama La mayor necesidad. Un paseo por las cloacas del mundo, de Rose George, editado por Turner y traducido por Víctor V. Úbeda.

Habla de retretes sin puertas en China, de viajes a las alcantarillas de Londres y Nueva York, de gravísimos problemas sanitarios y ecológicos para los cuales ningún famoso quiere prestar su imagen (ni Bono ni Bob Geldof ni Angelina Jolie), de lo que vertemos al agua y después nos bebemos o de mujeres que tienen que salir a cagar al campo a primera hora del día, poco antes de que amanezca, para que nadie las vea, sí, pero sobre todo, para que nadie las secuestre y las viole.

Por supuesto, muchas de estas cosas no tienen ninguna gracia.

Pero a ratos te ríes.

En el fondo, y este blog es la mejor prueba, algunos aún seguimos anclados en la fase del caca, culo, pedo, pis.

Corto y pego un trocito, es una bonita imagen, preciosa, y que responde a esa pregunta que te has hecho siempre que has ido de turista y te ha tocado visitar un palacio:
"Las crónicas de la época (siglo XVIII) refieren que los aristócratas de más alta alcurnia solían aliviar vejiga y vientre en los pasillos de Versalles y el Palacio Real (Buckingham). Le Nôtre, el diseñador de los jardines de Versalles, mandó plantar setos de gran altura para que hiciesen las veces de tabique de excusado. En palabras del escritor dieciochesco Turneau de la Morandière, el Versalles de Luis XV era "el receptáculo de todos los horrores humanos: las galerías, los corredores y los patios están repletos de orines y materia fecal". En el Kremlin, el panorama excrementicio no pintaba mucho mejor, hasta el punto de que las instalaciones sanitarias sólo mejoraron cuando se empezó a temer que el exceso de deposiciones corroyese el oro."
Feliz semana.

2 comentarios:

DON ZANA dijo...

Sr. Vilá,

Aprovechando que habla usted de discos, y por primera vez desde que puse el dedo en este blog, le voy a hacer una petición personal (esta vez en nombre propio, y no en el de mi suegra).

Hoy he tenido en la mano la novelita que ha escrito Roberto Iniesta, y estaba decidido a comprarla como "fósforo" que soy de Extremoduro (de toda la vida de dios).

Pero en última instancia me ha dado un poco de grima. No me gustaría encontrarme algo que no me quiero encontrar, así que he decidido volver a dejarlo en la estantería y esperar a ver qué se cuenta el bueno de Vilá.

Vaya por delante que me hago cargo de que tendrá usted muchas obligaciones en este sentido y quizá no tenga tiempo para atender mi petición. O incluso quizá no le apetezca. Como decía mi abuela :"ni que decir tiene".

Cuídese.

Juan Vilá dijo...

A mí es que me pasa lo mismo, Don Zana, soy muy fan de Extremoduro y me da un poco de miedo.

Vi la rueda de prensa en Internet (http://www.elmusicodigital.es/secciones/home/noticias_detalle.asp?id=289) y me dio aún más miedo lo que contaba el Robe: que si ha escrito una novela para leer despacio, que si se puso otra vez a estudiar para aprender gramática, que si hay párrafos que se ha pasado días y días corrigiendo...

No sé, no sé, don Zana... No me comprometo a nada...

Con todos mis respetos hacia usted y su suegra, claro.