Otro trabajillo de mierda.
Mientras voy a hacer la entrevista (sí, es una entrevista) me vienen a la cabeza los psiquiatras de los que tanto se ha hablando estas últimas semanas: el niñato que sacó a la mala bestia que llevaba dentro porque una mujer le dijo "así no" y el militar experto en estrés postraumático que se llevó por delante a 13 personas cuando le tocó ir al frente.
Mi entrevistado de hoy también es psiquiatra.
Lo que pasa es que lleva años sin ejercer: ahora escribe y da conferencias.
Se ha convertido en un gurú de la autoayuda, vende libros como churros y es además argentino.
Mola entrevistar a la gente que escribe best sellers.
Te lo dan todo hecho, son muy listos, unos profesionales, no van de artistas ni plantean exigencias absurdas, tienen recursos de sobra y responden hasta cuando les preguntas por las acusaciones de plagio que pesan sobre ellos.
No pierden la sonrisa.
Yo tampoco.
Aunque no me los crea.
Aunque no me gusten.
Aunque no los vaya a leer en mi vida.
Éste, en concreto, el psiquiatra, fue tan encantador que, en un momento dado, me dieron ganas de abrazarle y llorar durante 20 o 30 años seguidos en su regazo.
Pero no, en lugar de eso me salió una pregunta.
Fue algo así como: Usted escribe cuentos para curar, o para ayudar a las personas, o lo que sea, pero ¿se podrían utilizar los cuentos justo para lo contrario? Quiero decir, ¿se le ocurre algún cuento para provocar el apocalipsis o para matar a tu jefe o para volver loca a tu mujer?, ¿quizá algún chiste infalible que dejé mudos para siempre a todos los miembros de tu familia en la cena de Navidad?
Y él, muy sorprendido, volvió a mirarme fijamente y en un arrebato de sinceridad respondió: ché, no le des tanta importancia, son sólo cuentecillos de mierda que a algunos les sirven...
Aunque luego se puso muy serio. Volvió a quedarse en silencio. Dejó pasar unos segundos y dijo entre dientes: podría estar bien, quizá funcione, lo pensaré, sería un nuevo modelo de negocio... Pero tú, ni una palabra, cabrón, ni se te ocurra acusarme de haberte robado la idea o te rompo el cuello aquí mismo.
Ya de vuelta a casa, pasé por Hiperión.
Me fijé en un libro del escaparate: Instantes. Nueva antología del haiku japonés. Traducido por José María Bermejo y editado por ellos, por Hiperión.
Tuve que comprarlo.
Pongámonos místicos: leer haikus es como comer pipas, pero eso lo explico otro día.
Hoy sólo corto y pego uno. Es de Takahama Kyoshi:
¿cómo llamar(Puede que la entrevista fuera real y puede que también la pregunta friqui por mi parte, pero la respuesta del gurú poco tiene que ver con lo que he escrito aquí. Ni siquiera recuerdo lo que dijo. Tampoco creo que lo del cuento capaz de acabar con el mundo sea una idea demasiado original. Seguro es de Borges y que él hasta llegó a escribirlo. Es más, sigamos delirando, lo tiene María Kodama y ahora negocia con la CIA y Al Qaeda para ver quién le paga mejor.)
hoy a nadie enemigo?
luna de otoño
(La foto de hoy, tan real, tan áspera, tan extraña y al mismo tiempo perfecta es de Jaime San Román)
3 comentarios:
Fantastica su pregunta y la delirante "no respuesta que no ocurrio" del ayudador de vidas.
Debe ser una gran responsabilidad escribir historias y cuentos en los que otras personas ponen tantas esperanzas y fe para lograr la Paz. Yo no podria. Prefiero los Jaikus. Ellos si que pueden, sin quererlo, salvarte la vida y darte ese aire para respirar, y ese aroma de la fuerza, de la libertad, de la esencia...
Besos para todos y mucha Paz de espiritu (sigo sin acentos)
Firmo como anonimo porque no recuerdo mi contraseña, en cuanto la recupere, vuelvo a ponerme mi nombre.
quién es Jaime San Román? y la foto, dónde está tomada?
qué pereza de regordetes argentinos que se las saben todas, qué quieres que te diga.
Precioso haiku, este señor escribió más de 40.000...
Gracias, como siempre
aca, Jaime San Román es un lector de este blog y hace fotos tan buenas como esa. Es en el Reina Sofía de Madrid.
También hizo esta otra:
http://algodelibros.blogspot.com/2009/04/viaje-real-la-locura-sobre-michael.html
Si él quiere contar algo más, de él o de la foto, que lo cuente.
Anónimo, no recupere los acentos. Quizá haya que perderlos para alcanzar la paz.
Gracias a los dos, o las dos,
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