viernes, 2 de octubre de 2009

¿Adiós al papel o quizá es el fin del mundo? (mi primera vez con un libro electrónico)


Tengo en mis manos un libro electrónico.

Se llama Sony Reader PRS-300.

Llevo un par de horas con él.

Nunca había utilizado uno.

Me gusta la pantalla.

Es cierto eso que dicen: la sensación es idéntica, o muy parecida, a la del papel, se lee muy bien.

No tiene nada que ver con la lectura en una pantalla convencional: no cansa la vista.

Es un modelo muy básico y me ha dado bastantes problemas para entenderse con mi ordenador (un Mac).

De hecho, aún no he conseguido manejar el programa que incluye para gestionarlo y leer archivos .doc.

Pero me las he apañado para cargar un par de cosas.

Ese es el gran problema: ¿qué coño le cargas?

He mirado por Internet, muy poco, a ver qué había.

Quería probarlo y he perdido rápido la paciencia.

Al final, le he metido unas galeradas sin corregir que me mandó el otro día una editorial.

Es un archivo en formato pdf.

Al principio, se echa de menos el libro.

Y cosas (en este modelo) como no poder subrayar.

O no ver la página completa: porque el tamaño de la pantalla, demasiado pequeño, te exige ampliar para leer la tipografía y pierdes la referencia.

Es una sensación extraña.

Como un mono con un teléfono por el que escucha cómo grita la mona a la que se quiere follar.

Lo mira, lo agita, le da vueltas, no termina de entenderlo.

Choca con él.

Pero no puede quitarle las manos de encima.

El libro electrónico, la primera impresión, es un poco así y da igual si tampoco consigues leer de tanto tocar los botoncitos y hacer el gilipollas.

Luego me he bajado un periódico, el 20 minutos de hoy, también en formato pdf.

Los gráficos y las fotos se ven en blanco y negro con una calidad más que digna.

Pero leerlo ha sido imposible.

El problema viene al ampliar la página: el pdf se decuajeringa.

No amplía por zonas.

Las fotos desaparecen, las tipografías se van de paseo.

Adiós a la página.

Y todo se vuelve muy lento.

Ahora he dejado un segundo el blog y me he vuelto a meter en Internet.

Basta teclear en google "libros electrónicos gratis" para descubrir un mundo, hasta ahora, desconocido para mí: la piratería de libros.

Tienes bastantes cosas: Larsson, Stephenie Meyer, Paolo Coelho...

Y Conrad, Patricia Highsmith, Xavier Velasco, Anthony Burgess, Dante...

Cito sólo algunos nombres que he visto.

Acabo de hacer la prueba con Larsson.

Me he descargado La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina en menos de un minuto.

Luego he arrastrado el archivo hasta el libro electrónico.

La operación también ha tardado menos de un minuto.

Es, en efecto, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina.

Se lee de puta madre.

No chocas con nada.

El mono ya no busca a la mona: lame y besa el teléfono.

Se acaba de enamorar.

Y yo creo que me acabo de cargar el fenómeno editorial del año.

El que va a cuadrar las cuentas del Grupo Planeta y todas las librerías de España.

Creo que acabo de joder, en menos de dos minutos, toda la industria.

Sí, la industria.

No la cultura.

No la literatura.

Creo que esto es el fin.

Creo que, en cinco años, estáis y estamos todos en la puta calle, peleándonos por unos cartones con nuestros colegas de las disqueras.

Y ya que cada uno decida si es una buena o una mala noticia.

A mí me basta con jugar a Nostradamus.

2 comentarios:

DON ZANA dijo...

Sr. Vilá,

A mí no me importaría que llegara el fin de la industria. No es algo que desee fervientemente, pero tampoco me preocupa. Me produce, incluso, un poco de curiosidad.

Si nadie compra libros, seguramente Valdano, Ana Rosa Quintana, Ana Botella o Coto Matamoros no los escribirán. Pero probablemente Rafael Sánchez Ferlosio sí seguirá escribiendo. Y como Ferlosio, muchos más.

¿De qué vivirán?. Eso es otra cuestión.

Es decir, creo que a la "cultura" o a la "literatura" le vendría bien un pequeño filtro o corrección (dicho en términos económicos) o si prefiere, una buena criba, limpieza o depuración.

Y el fin de la industria nos traería, sin duda, esa depuración.

Desde luego, en el otro lado de la balanza hay muchos argumentos a favor de la industria, pero no voy a liarme yo ahora con ellos. Éste es su blog, no el mío.

La semana que viene no podré leerle. Me voy a los montes de Toledo con un médico rural y un niño criminal. Necesito unas vacaciones.

Ya le contaré.

Anónimo dijo...

Os dejo un enlace http://www.rtve.es/noticias/20090130/indice-lectura-libros-baja-situa-546-espana/226908.shtml ahi podeis conocer el indice de lectura en españa 2008 (lo de rtve es porque sale antes en el google pero seguro que hay encontrais datos completas si buscais más). Lo que yo me pregunto es: si los que leen con frecuencia son un 54% y leen una media de 13 libros (los de la biblioteca, los prestados y los releidos incluidos) ¿Merece la pena gastarse 200 o 300 € en el aparato? Lo normal es que el lector medio ni se moleste, los lectores adictos somos el peligro, pero somos cuatro gatos. Yo creo que no asustamos. Para los libros de texto puede ser util y no ver deslomados a los enanos, pero esa es otra industria igual al final eso salva a las librerias.