domingo, 9 de agosto de 2009

Releyendo a Kafka en agosto (primera entrada sobre 'Un médico rural', editado recientemente por Impedimenta)


Iba a escribir sobre Un médico rural y otros relatos pequeños, la reedición que ha hecho Impedimenta de dos de los libros de cuentos que Kafka publicó en vida.

Quería contar lo mucho que me ha sorprendido volver a ellos.

Kafka sigue siendo el más moderno, el más bestia, el más siniestro, el más agudo, el más sutil, el que anticipa y, exageremos, el que se inventa el malestar del hombre contemporáneo, su impotencia y sus miedos.

Pero hoy no ha podido ser.

Mejor otro día.

De momento, te dejo con uno de los relatos.

Se llama Propósitos y la traducción es de Pablo Grosschmid:
Superar el abatimiento debería ser fácil, simplemente con la energía de la voluntad. Me despego del sillón, doy una vuelta alrededor de la mesa, pongo en movimiento la cabeza y el cuello, enciendo el fuego de los ojos y distiendo los músculos que los rodean. Contra mis propios sentimientos, saludaré impetuosamente a A. cuando llegue y toleraré amistosamente a B. en mi habitación. Y en cuanto a C., a pesar del sufrimiento y del esfuerzo, me tragaré todo lo que diga.

Sin embargo, aunque esto funcione, cada error interrumpe todo el devenir, lo ligero y lo pesado. Y tendré que volver a girar por el mismo círculo.

Por eso, el mejor consejo sigue siendo soportarlo todo, comportarse como una pesada masa; y cuando uno mismo se siente arrastrado, no dejarse impulsar a dar el menor paso innecesario, contemplar a los demás con la mirada de un animal, no sentir ningún remordimiento. En fin, ahogar con las propias manos lo que aún persiste como fantasma de la vida; es decir, ampliar más aún el último reposo sepulcral, sin dejar que subsista nada más.

Un movimiento característico de este estado es desplazar el dedo meñique sobre las cejas.
Feliz semana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí señor, éste es el verdadero Kafka. Leo Propósitos y... no tengo palabras. Vuelvo a leerlo y menos áun.

Gracias por seguir a pesar de todo, Sr Vilá.
Saludos