miércoles, 6 de mayo de 2009

Cómic y suicidio (Art Spiegelman y Aude Picault)


Con el suicidio pasa como con la locura: se ha escrito mucho y se han contado muchas tonterías.

Parece tan romántico, queda tan bien, resuelve tantos problemas cuando no sabes qué hacer con un personaje...

Pero la realidad del suicidio es muy distinta y no se parece en absoluto a esas visiones edulcoradas.

Si te suicidas, ya no hay nada, ni siquiera vas a ver cómo te lloran o cuánto te quieren o el dolor que queda atrás.

El suicidio, como la locura, implica un sufrimiento brutal por todas partes y si no cuentas eso, es que estás mintiendo.

Félix Romeo publicó el año pasado con Ediciones Plot un libro muy bueno al respecto. Se llamaba Amarillo y abordaba el suicidio de su amigo Chusé Izuel.

Nos gustó porque era frío y pudoroso, no caía en el exhibicionismo, no utilizaba la muerte de su colega para hablar de sí mismo o lo que es peor, para hacer "literatura". O sea, para soltar cuatro estupideces e intentar lucirse con palabras que parece muy bonitas pero que en el fondo están vacías y dan mucha vergüenza y hasta un poco de asco.

No, Romeo no hacía eso. Romeo respetaba a Izuel y se respetaba a sí mismo y sobre todo, respetaba lo que es, o lo que debería ser, la literatura.

Ahora hay dos cómics recientes que tratan el tema y nos han sorprendido porque son cómics (lo sentimos, aún tenemos ciertas reservas frente a ellos), y porque son muy distintos entre sí y porque no van sobre alguien que se suicida, o sobre un amigo, o un hermano, o un novio, o un hijo que se suicida.

Los dos cómics a los que nos referimos cuentan un tipo de suicidio muy concreto y real: el de un padre o una madre. El padre o la madre del autor.

Suele decirse que la muerte de un hijo es la más dolorosa, la más antinatural. Puede ser, pero también resulta cuanto menos extraño para un hijo que su padre o su madre se suicide, justo esa misma persona que un buen día le trajo al mundo.

El primero de los dos cómics es Breakdown, de Art Spiegelman. Lo ha editado Mondadori.

Spiegelman es el de Maus, una novela gráfica en la que hablaba del Holocausto, de la experiencia de su padre en Auschwitz y de lo que implica ser un superviviente. A los judíos los pinta como ratones y a los nazis como gatos. Está considerado una de las obras maestras del género y en 1992 le dieron el Pulitzer. Creemos que es el único cómic que ha ganado este premio, pero no estamos seguros.

Breakdown es anterior, o es el germen de Maus. Es excesivo e irregular, su autor había tomado muchas drogas antes de sentarse delante de la mesa de dibujo y eso se nota, está marcado por el espíritu experimental y underground de los 70. Es, en realidad, la obra de alguien con mucho talento que busca su camino y nos enseña el proceso a través de una selección de piezas muy breves y en gran formato.

Y el origen de todo ese proceso pasa por contar el suicidio de su madre. "En 1968 mi madre se suicidó... No dejó ninguna nota", escribe Spiegelman y se retrata a sí mismo como un prisionero. Prisionero del planeta infierno. Un caso clínico, así titula la historia de cuatro páginas en la que va narrando el proceso: su padre descubre el cadáver, a él se lo cuenta el psiquiatra, el entierro, las preguntas, la culpa...

Hasta llegar al final, con Spiegelman encerrado en una cárcel, rodeado de muchas otra celdas y gritando: "¡¡¡Me asesinaste, mamá, y me dejaste aquí para que cargara con la culpa!!!" mientras otro preso le responde: "¡Cierra el pico, amigo! ¡Algunos intentamos dormir!"

Puro relato de una neurosis.

El planteamiento de la francesa Aude Picault en Papá (Ed. Sins Entido) es completamente distinto.

Frente a la oscuridad, la pesadez y la contundencia de los dibujos de Spiegelman, Picault propone un trazo mucho más ligero y naif.

Naif no significa en este caso ni fácil ni bobalicón ni que sus dibujos no se llenen de pronto de sombras o de espirales negras.

La cantidad y variedad de registros que consigue Picault con este estilo es impresionante.

Picault recuerda a su padre, los buenos momentos que vivieron juntos, le ve en sus sueños y habla con él. Intenta comprender, reconstruye su muerte y los diez días que transcurrieron hasta que el cadáver fue descubierto con un disparo en la cabeza.

Picault quiere volver hasta esos días, reconfortar el cuerpo sin vida del viejo, abrazarle y llorar sobre él.

Papá no es una novela gráfica. Papá es una elegía gráfica, llena de dolor, pero también de ternura.

Picault dice cosas como: "me da miedo dejar de sufrir, porque el sufrimiento es lo que me recuerda a ti. Si no sufro, desapareces" y se te pone un nudo en la garganta.

Pero luego Picault cierra con una declaración de intenciones muy serena y muy acertada: "Ahora tengo toda la vida para pensar en ti y comprender todas las cosas que me dijiste".

Y sabes que sí, que Picault conseguirá salvarse: podrá vivir y al mismo tiempo, podrá seguir recordando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Poner un comentario para decir que me he quedado sin palabras suena estúpido, pero es así. Tengo lo pelos de punta y no se si me atrevo a ir a comprar estos comics. Creo que será si. Gracias Vilá.