jueves, 8 de abril de 2010

Ni siquiera en la India vas a salvarte (sobre 'Desorientación', de Elisa Iglesias)


Volvamos a hablar de libros.

En este blog ya SÓLO SE HABLA DE LIBROS.

Otra vez y hasta cuando sea.

El de hoy se llama Desorientación y es la primera novela de Elisa Iglesias. La edita Caballo de Troya.

Desorientación es la historia de Claudia.

Claudia es una abogada treintañera (no lo dice explícitamente, creo recordar, pero se intuye) roja y con inquietudes ecologistas.

A Claudia, el mundo no le gusta, cómo está organizado, quiero decir, conoce sus mentiras y sus trampas, y sabe que seguramente se encuentra al borde del colapso.

Claudia tiene una amiga, Alicia, que un buen día lo deja todo, corto y pego: "marido, trabajo, casa, amigos, familia, créditos", y se marcha a la India.

Poco después, Claudia va a verla y a intentar descubrir qué le ha pasado, si es un "paréntesis de espiritualidad" u otra cosa.

Lo primero que se le agradece a Elisa Iglesias es su claridad. Escribe de esa forma en que el autor no molesta. Ni molesta ni se le ve (y eso que es un relato en primera persona). Sólo ves la historia y al personaje.

Al principio, quizá en determinados momentos, asusta. Porque intuyes cierto afán pedagógico o, muy ligado con lo anterior, porque crees que te vas a encontrar con otra novela roja.

Algún día habrá que hablar con calma de las novelas rojas, de todas las que se escriben ahora, de sus aciertos (muchos) y sus errores (algunos, quizá pocos, pero graves).

De momento, sólo uno de esos errores: el miedo.

¿Miedo a qué? A ser literario, supongo, lo que no quiere decir ni ñoño ni tonto ni cursi, a dejarse arrastrar, a ese momento en que el autor y el lector despegan un segundo, sólo un segundo, los pies del suelo. Como si eso no fuera revolucionario.

A veces, lees las novelas rojas, incluso las mejores, y te jode, porque estás viendo todo el rato cierta rigidez, ciertos prejuicios y cómo el autor se va lastrando a sí mismo.

Quizá haya algo de eso en el arranque de Desorientación, algo, muy poco, imperceptible.

Luego coge la protagonista y se va a la India.

Y dices: no, ya la hemos cagado, se va a llenar todo de rollito new age, o de rollito ONG, o de palacios, majarajás y elefantes.

Pero no.

Y esto es lo que más sorprende de Desorientación.

A partir de ese momento, la novela despega.

Elisa Iglesias se mete en todos los charcos y se enfrenta a todos los peligros. Pero sale indemne. Y más que indemne, crecidísima.

A partir de ese momento, la protagonista vive su propio cuento de hadas, que en realidad no tiene nada de cuento de hadas, y que pone de manifiesto todas las contradicciones del personaje, su falta de consistencia a ratos, su mala conciencia, su frivolidad.

Y también, su inteligencia (la del personaje y la de la autora), su mala leche frente a determinada forma de vivir la espiritualidad, su ironía respecto a lo que ve y respecto a sí misma, y esa desorientación de la que nos habla el título.

O sea, una nueva crónica del desconcierto y de la pérdida de los treintañeros actuales, pero esta vez sincera y nada autocomplaciente.

¿Y al final?

Al final, la sensación que te queda es que aún es posible leer novelas buenas y distintas, incluso partiendo de algo tan poco apetecible a priori y tan manido como un viaje a la India.

Y sí, quizá exista también alguna forma de salvarse, o de escapar del capitalismo, o quizá no y estemos todos perdidos, pero desde luego, esa vía de escape no se encuentra ni se debe buscar nunca en una novela. Y seguramente tampoco en la India.

1 comentario:

Tomás A.G. dijo...

Imagino el miedo que habrás pasado cuando esperabas el rollito new age, ONG y demás porque leyendo tu reseña lo veía llegar sin remisión. Por fortuna parece que se trata de una escritora con sustancia gris. No estamos perdidos.
Por cierto, cada uno de nosotros es irremediablemente una célula capitalista. La prueba: la existencia de las vacaciones.