jueves, 22 de abril de 2010

Esperanza Aguirre, Doctorow y el espíritu del Día del Libro


Mira la foto: ese es el espíritu.

Mírala porque parece que esté en un mercado: con ese gesto, tan popular, casi ordinario, como la encargada de un puesto de carne o de pescado (no, no voy a decir verdulera), que anuncia a gritos el género y lo exhibe orgullosa.

La veo, veo a la PRESIDENTA con un libro en la mano y siento un escalofrío, porque yo siempre que la veo a ELLA siento un escalofrío, y hasta un estremecimiento, no sé por qué. O sí, sí que lo sé y por eso mismo no pienso decirlo.

Pero hoy no me da miedo: la PRESIDENTA no me amenaza con ese libro que tiene en la mano.

La PRESIDENTA anuncia la fiesta.

Y me gusta cómo lo hace porque no se pone seria ni circunspecta ni con cara de estreñida.

La PRESIDENTA parece poseída por el mismísimo Sant Jordi, anima a regalar libros, y yo, quizá por primera vez en la vida, no siento ganas de llevarle la contraria.

Está bien regalar libros, y que los libros salgan a la calle, y que te hagan un 10% de descuento, y que por un día se hable de libros (aunque sólo sea un día), y que se formen colas por el rollo fetichista de las firmas, y que la gente entre en las librerías.

Está bien perderle el miedo a los libros: tocarlos, olerlos, abrirlos al azar o por el principio, hojearlos, buscar uno que merezca la pena, reírte de otros, huir de aquellos que sabes que sólo contienen basura.

Está bien esa actitud e ir a las librería como se va al mercado en día de fiesta, aunque a algunos les parezca ordinario y muy poco elevado.

O sea, tratar a los libros como se trata a un filete o una sardina o una manzana: algo con lo que se puede disfrutar y que a la vez te alimenta y te permite seguir viviendo y etc, etc, etc.

Con respeto.

Y quizá hasta con amor (sí, con amor).

Pero sin la menor solemnidad.

Sin pedantería.

Sin hacer todo lo posible para que el aburrimiento cause decenas de víctimas mortales (y cuantas más, mejor).

Ojalá el Día del Libro, o la Noche de los Libros, sirva para eso.

Ojalá mucha gente de la que no suele ir a las librerías, o que va poco, se acerque a una de ellas y encuentre uno de esos libros que te cambian la vida, y que son como un fogonazo, y que después de leerlos, ya no puedes parar.

Ojala, ojalá, ojalá.

Feliz Día del Libro a todos.

O Feliz Sant Jordi.

(¿Y Doctorow? Doctorow, E. L. Doctorow, es el autor de Homer y Langley, el libro que yo mañana me voy a regalar a mí mismo: supersolipsista, Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como. O no, para nada, en realidad es sólo un capricho.)

3 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Fiesta, fiesta!!!

Tomás A.G. dijo...

Que disfrutes de la fiesta.
Por aquí tenemos que esperar a que pase la otra feria. Hasta principios de mayo no tenemos feria del libro. Pero pronto llegará.
Lo dicho, a disfrutar.

Anónimo dijo...

Aunque no esté ni circunspecta, ni con cara de estreñida,a mí esta señora me sigue dando bastante miedo.
Como este año he sido bueno, San Jordi me ha traído ¡Eh Petrel!
Ahora mismo navego por las Islas Marquesas...
Alberto R. G.