jueves, 10 de septiembre de 2009

El placer de refunfuñar (notas de viaje: dejemos que el Dr. Freud saque las conclusiones)


Carta de Sigmund Freud, ilustre gruñon, a su mujer, escrita el 7 de septiembre de 1896 desde Florencia. No me la invento. La copio del libro Cartas de viaje. 1895-1923. Sigmund Freud. Ed. Siglo XXI. Las negritas sí son mías:

Querida mía,

Nuestra última experiencia merece una descripción detallada, y la comodidad hogareña que sólo aquí hemos encontrado resulta favorable para escribir. El viaje a Italia no está del todo exento de molestias, como cabe esperar. Si bien Venecia está llena de placer y satisfacciones, a partir de ahí se encuentran ciudades pequeñas, sin ningún confort, o ciudades grandes con todos los inconvenientes de las mismas. Echas de menos la mayoría de las cosas que te agradan y a las que te has acostumbrado, y te has convencido a ti mismo de que todo ha de ser barato pero cuesta dinero. Los viajes en ferrocarril son atroces, con tuneles interminables, vagones malos, un humo que te asfixias; la comida es casi siempre estupenda, aunque poco habitual para nosotros; tienes sed, una sed espantosa como si te viniera en ataques, y para combatirla no te importaría estropearte el estómago. La novedad y la belleza del arte y de la naturaleza te compensan muchísimo de todo; pero llega un momento con el arte en el que flotas en un disfrute uniforme, crees que tiene que ser así, ya no se producen estados de éxtasis, cuando las iglesias, las madonas, las penalidades de Cristo se tornan indiferentes y se anhela algo distinto, no se sabe muy bien qué. La sensación en cuanto llegamos a Florencia es que la ciudad te oprime y se apodera de ti: los monumentos están por docenas en medio de la calle; los recuerdos históricos bullen de tal manera que no es posible distinguirlos unos de otros; los florentinos hacen un ruido infernal: gritan, hacen restallar los látigos, soplan cornetas en medio de la calle; en resumen, es insoportable. Nos hemos desollado los pies y no hemos dormido.

(...)

Todo este esplendor durará sólo tres días; el viernes temprano volveremos a telegrafiar sobre el viaje de regreso, en el que es probable que paguemos todos nuestros pecados. Hasta qué punto ha sido un mal año puede verse por la uva, que por todas partes está seca; paseamos entre bosques de vides que apenas ofrecen algo degustable.

Las compras son más difíciles de lo que se cree; podría gastarse muchísimo. Pero se me están cerrando los ojos. Mi cariño para ti, para Minna y todos los críos, y tengo que confesar que, en medio de tanta belleza, me viene a veces el pensamiento de que donde mejor se está es en casa.

Tu Sigm

2 comentarios:

Anónimo dijo...

miraaaa, como Judy Garland en "el Mago de Oz".
Buen viaje de vuelta...

Manuel Menéndez dijo...

He leído esta carta dos veces, porque además de que me ha gustado mucho su escritura, me identifico hasta cierto punto con él. Creo que sí, donde mejor se está es en casa, por supuesto.

Saludos