martes, 23 de febrero de 2010

Ya sólo quiero reseñar libros que de verdad me entusiasmen (sobre 'Los asesinos lentos', de Rafael Balanzá)

Hoy empiezo a escribir tarde, sin una foto que encabece la entrada y con un cursilada.

O sea, que acabaré rápido.

La cursilada es ésta: hay libros que al terminarlos te dejan como huérfano.

Huérfano, o vacío, o lo que sea.

Ya nada volverá a ser lo mismo, te dices.

Por supuesto, es mentira.

Pero en ese primer momento te lo crees y te cuesta leer cualquier otro, y no te concentras, y sientes que te falta algo muy importante.

A mí me ha pasado con Fuck America, de Edgar Hilsenrath.

Ya he hablado de él.

Después lo he intentado con otros, pero no había manera.

Buenos libros, creo, de editoriales que no me suelen fallar.

Nada, saltaba de uno a otro, ninguno me convencía.

Al final, lo he conseguido con Los asesinos lentos (Ed. Siruela), de Rafael Balanzá, novela ganadora del último Premio Café de Gijón.

Y sin embargo, no puedo decir que me haya entusiasmado.

Por eso no iba a escribir una reseña aquí.

Yo es que ya sólo quiero escribir aquí reseñas de libros que de verdad me lleven hasta ese punto de entusiasmo, de entrega, de dar palmas con las orejas.

Los asesinos lentos es la historia de un tal Juan, que está casado, tiene una familia, una vida más o menos estable y satisfactoria, etc.

Hasta que aparece Valle, amigo suyo de la juventud y ex compañero de una banda de rock.

Valle le dice que se siente muy jodido y fracasado, y que por eso va a matarle.

Juan no tiene la culpa de nada, pero a raíz de ese encuentro su vida también empieza a torcerse...

Vale.

Los asesinos lentos a mí me ha parecido una novela muy convencional y antigua.

No sé muy bien qué significa aquí antigua.

Hilsenrath, por seguir hablando de él, es mucho más viejo y no especialmente experimental ni posposmoderno ni nada por el estilo, pero no parece antiguo.

Quizá sea por cierto afán de filosofar, muy en plan decimonónico, por parte de Balanzá.

Tipo Dostoievski, pero sin ser Dostoievski.

Como si quisiera enfrentarnos a determinados abismos que en su caso resultan pelín tópicos o grandilocuentes.

Quizá influya también en esa sensación de estar leyendo algo antiguo el uso de determinadas palabras.

Palabras como ludibrio, palisandro, aulario o trizarse.

Por citar sólo cuatro ejemplos.

Puede parecer una pijada, pero no, en absoluto.

En cuanto las lees, se te viene abajo la novela, esa gran mentira, quiero decir, su credibilidad.

La cosa chirría.

O quizá sea porque el relato está planteado como una confesión o porque en muchos momentos tienes la impresión de que esa historia que estás leyendo ya te la han contado antes.

Y sin embargo, Los asesinos lentos tiene ritmo, que es más del 50% de la literatura, no aburre y consigue interesar al lector.

A mí, además, me ha ayudado a superar esa sensación de duelo, de pérdida, o de orfandad que me dejó Fuck America.

Y eso, en estos momentos, me parece suficiente.

Ya que no he encabezado la entrada con ninguna foto, cierro con una canción de Ilegales (porque dicen que se separan).

Es antigua, lo sé, muy antigua, y a ratos también lo parece, pero a mí me sigue gustando tanto como el primer día.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me ha pasado lo mismo con "Naturaleza infiel" de Cristina Grande y "La casa de la Mezquita" de ader Adbolah, nada que ver con "La Carretera", son como dignos novios que te ayuda a recolocar el recuerdo de un gran Amor. Seguimos siendo cursis. Gracias por tanta recomendación.

Anónimo dijo...

Muy interesante la entrada y acertada la reflexión. Y, metidos en cursiladas, quienes tocamos la guitarra sí estamos habituados a hablar de palisandro, se usa mucho para hacer los mástiles ... ufff, qué cansino me estoy poniendo.

Un abrazo fuerte, Sr. Vilá, gracias.

Anónimo dijo...

no voy a leer los asesinos lentos porque me echaron varias veces del café Gijón y a parte no me gustan los amigos que se matan