Iba a escribir algo sobre los zombis.
Ahora están de moda y tienen su punto.
Mucho mejor que los vampiros.
Son cuerpo, puro cuerpo, con sus mutilaciones y su carne en descomposición.
Son además tontos.
Nada sofisticados.
A mí me acojonan los zombis de Resident Evil (el videojuego) o los de 28 días después (la película que hizo Danny Boyle antes de Slumdog Millionaire).
Hay varios libros recientes y de autores españoles con zombis de por medio.
Tienen buena pinta.
Pero no los he leído.
Uno es Apocalipsis Z. Los días oscuros, de Manel Loureiro y editado por Plaza & Janés.
La primera parte, Apocalipsis Z, surgió como un blog, luego pasó a ser novela y acabó convirtiéndose en un pelotazo.
O micropelotazo.
Apocalipsis Z. Los días oscuros es la continuación.
El otro libro me apetece aún más: es una versión zombi del Lazarillo.
Sí, El Lazarillo de Tormes.
Se llama Lazarillo. Matar zombis nunca fue pan comido.
Lo edita debolsillo y es anónimo, claro.
Bueno, anónimo, no, lo firma Lázaro González Pérez de Tormes.
Esto es también otra moda: hacer versiones zombis de los clásicos.
Empezaron con Orgullo y prejuicio y zombis, de Seth Grahame-Smith y editado por Umbriel, y muy pronto seguro que vemos un Torquemada en la hoguera zombi o un Guerra y paz zombi.
Pero yo no quería hablar de zombis.
Porque si no, tendría que hablar de La Casa del Libro. ¿Alguien conoce una librería que funcione peor?, ¿a alguien se le ocurre algún otro sitio dónde resulte más difícil que te atiendan?, ¿dónde tarden una semana en conseguirte un libro que tienen en otra de sus tiendas de Madrid?, ¿dónde nunca, nunca, nunca encuentras lo que buscas?
Yo fui ayer, y volví a decirme nunca más, y deseé una pronta muerte de la industria editorial al completo por obra y gracia del libro electrónico.
Todos.
Todos.
Todos.
Todos muertos.
Apocalipsis zombi-editorial.
Pero luego me arrepentí.
Lo juro.
Y juro también que nada de esto va contra sus empleados, a los que imagino que les pagan un sueldo infame, y les hacen mil putadas, y les joden vivos.
Como a casi todos los demás.
No, chicos (y chicas), esto no va por vosotros, pero se agradecería, de vez en cuando, un poco de amabilidad, o simplemente, educación.
Sólo educación.
Como devolver un saludo.
O responder a un gracias.
Y no lo digo como un servicio a vuestra empresa.
Sería más bien un servicio a la humanidad.
Para no convertirnos todos en zombis.
Para intentar seguir siendo personas.
Para que no nos quiten eso.
Al menos, una sonrisa.
Gracias.
Y ahora, a lo que íbamos, a Brecht.
Está guapo en la foto de arriba.
Se la hizo un colega, un tal Konrad Ressler.
Brecht entonces tenía 29 años y la gabardina de cuero, al parecer, era de su madre (por eso se abrocha a la izquierda).
Ressler le hizo otras fotos y las exponen en el Centro Dramático Nacional, donde representan Madre Coraje y sus hijos.
Hoy era la inauguración.
Más datos aquí.
Cierro con un poema de Brecht, que es lo que quería poner desde el principio.
Sólo eso.
Pero el poema ahora me parece largo y no quiero fatigar a nadie.
Corto y pego el final de Del pobre B.B., un autorretrato del Brecht joven, en el que se define como puede verse en la foto: "Desconfiado y vago y contento en el fondo".
Y mujeriego, y noctámbulo, y amigable con la gente.
El poema acaba así, pero mejor, leerlo entero, tampoco es tan largo, y merece la pena:
En los terremotos que vendrán espero
no dejar que apague la amargura mi puro de Virginia,
yo, Bertolt Brecht, arrojado a las ciudades de asfalto
desde los bosques negros, dentro de mi madre, a una temprana edad.
2 comentarios:
Preciosa gabardina.
Y preciosa entrada.
Como diría usted, Juan Vilá, yo también soy super fan de la amabilidad y buena educación.
nooooooo la industria editorial tiene que sobrevivir!!!!! por lo menos hasta navidad
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