miércoles, 3 de febrero de 2010

Carta al hijo (sobre 'La carretera', de Cormac McCarthy)


El viernes estrenan la adaptación al cine que han hecho de La carretera, la novela de Cormac McCarthy.

Ya dije que no iba a ir a verla.

El País colgó el otro día un vídeo con una escena hasta entonces inédita y sí, parece muy digna, y por supuesto, aterradora.

Seguro que Viggo Mortensen está espléndido y también Michael K. Williams (Omar Little en The Wire), con esa cicatriz que le atraviesa toda la cara.

Sí, sí, sí.

Pero no.

Una palabra, una palabra sólo de McCarthy, vale más que todas las películas del mundo juntas.

Exagero.

¿Exagero?

No, no exagero.

Con McCarthy, no.

Pocos han llegado tan lejos como él, pocos han escrito páginas tan bellas (sí, tan bellas) y tan turbias.

Pocos son capaces de arrastrarte hasta ese estado de horror primigenio, de asesinos necrófilos, de caníbales enloquecidos, de terror absoluto y sin embargo, real.

Como diciéndote: sí, esto también es el hombre.

O quizá: sí, esto es de verdad el hombre.

McCarthy te lo hace pasar muy, muy mal, te deja noqueado, te abre los ojos a muchas de esas cosas que no sueles ver.

No frivoliza.

Nunca frivoliza ni coquetea con un tratamiento esteticista de la violencia.

Y sin embargo, saca belleza de todo ello.

Una belleza estremecedora.

La carretera es un poco así: algo ha ocurrido, el apocalipsis, no se sabe muy bien por qué, no hay leyes ni recursos de ningún tipo ni comida.

Sólo barro y ceniza.

Un padre y su hijo recorren a pie una carretera con todas sus pertenencias en un carrito de la compra, se dirigen hacia el mar, por si allí aún es posible la vida, o por si allí, simplemente, hace un poco menos de frío.

Les atacan, les roban, se los intentan comer...

La carretera es una historia de terror.

Terror metafísico (perdón por la pedantería).

En La carretera hay también otra cosa: un amor infinito (eso también lo dije ya y eso también suena muy pedante o muy cursi, pero es cierto).

El amor infinito de un padre por su hijo.

Si La carretera te pone un nudo en la garganta y hasta te hace llorar (sí, te hace llorar como una perra histérica) es por eso, porque hay un padre, antiedípico y antikafkiano, un tipo que en su día se intuye que fue alguien y que ahora se limita a cuidar y a proteger a su hijo, pero no a cualquier precio. Hay cosas que ni en el peor de los mundos posibles son tolerables, le dice este padre a su hijo con cada una de sus decisiones. Nosotros no somos como ellos, no podemos, por ejemplo, matar a un bebé para comérnoslo, de ninguna manera, porque entonces sí que no valdría la pena. Ya no nos quedaría nada y eso sería peor que el apocalipsis.

De McCarthy se saben muy pocas cosas, es otro de esos tipos raros y huraños que se empeñan en escribir y esconderse, no le gustan las fotos ni las entrevistas ni mezclarse demasiado con la gente.

Pero se sabe que tenía 74 años cuando escribió La carretera (76 ahora) y un hijo de ocho, John Francis McCarthy, a quien está dedicado el libro.

Y leyéndolo, volviendo a leerlo ahora, comprendes que La carretera es una larga carta que le escribe un padre ya viejo a su hijo, que aún es sólo un niño, para contarle todas esas cosas que más adelante seguramente no tenga tiempo.

Cosas como que le ha traído a un mundo terrible, lleno de dolor, de angustia y de miedo, un mundo que incluso puede ser mucho peor en el futuro, y que ni siquiera sabe explicarle por qué lo ha hecho. Pero que no se arrepiente, no puede arrepentirse, y que le quiere y que ahora ya no es capaz de concebir la vida sin él, que es todo absurdo y seguramente egoísta por su parte, pero que no va a abandonarle, que estará a su lado hasta que se quede sin fuerzas, y más, mucho más si es preciso, y luego sí, tendrá que seguir el hijo solo, terriblemente solo, enfrentarse a todos los peligros que le esperan sin un padre y muchas veces también sin fuerzas. Deberá ser valiente, deberá vencer el miedo y todo lo demás. No podrá rendirse, eso nunca, y así a lo mejor algún día lo consiga, y si no, habrá valido la pena de todas formas, porque existen también lo buenos, ellos son el mejor ejemplo, y existe sobre todo la bondad. A veces, no todo es una mierda. Está también el fuego, y está la vida, la vida que siempre sigue, a pesar de todo sigue, y ese es el mayor y el único misterio ante el cual ningún padre puede ofrecer ni una respuesta ni una explicación. Al fin y al cabo, él sólo es un hombre, lleno de miserias, de pecados y de errores. Él va a dejar a su hijo solo muy pronto, quizá demasiado pronto, pero no se arrepiente porque lo más seguro es que eso, su hijo, sea lo único que ha tenido sentido en mitad de tanta tristeza, tanta locura y tanta oscuridad.

9 comentarios:

DON ZANA dijo...

Olé.

Jaime dijo...

Cojonuda la entrada, Juan. De hecho, cojonudas todas las últimas (muy en tu línea por lo demás). Me han entrado ganas de releer la carretera (haber si consigo hacerlo antes de ver la pelicula).

La entrada se merece, desde luego, un comentario más largo, pero mi puta evaluación individualizada de la productividad acaba de darme un toque para que vuelva al curro.

Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

Joe Juan, qué pasada de entrada. Muy bonita.

Y que sensibilidad y claridad de ideas respecto a lo que de verdad importa en esta vida. Tanto por tú parte como por la de McCarthy, claro.

La película no sé si la veré, pero el libro SEGURO que lo leo.

aca dijo...

No se puede expresar mejor lo que evoca "la carretera". Gracias Juan.

Anónimo dijo...

BIEN, BIEN, MUY BIEN. Si no conociera al autor del blog, pondría la mano en el fuego por que tenía hijos. Un buen amigo, un tipo sensible, sensato y con recursos para expresarse ha tenido hace poco un hijo largamente deseado. Pues bien; emocionado perdido por la experiencia y con más de un mes para digerirla no ha sido capaz de expresar tan bien ni tan intensamente qué coño es eso de tener un hijo. Lo más cerca que estuvo fue decir "en un segundo dejé de ser hijo y, para siempre, me convertí en padre", y esta entrada de alguien que no ha vivido esa experiencia Enhorabuena al Sr. McCarthy y al Sr. Vilá, con agradecimiento.

Anónimo dijo...

Personalmente, me ha emocionado, comparto la opinión de anónimo 2, y sí, es la mejor explosión desde el alma que he leído nunca acerca de la Brutal y Amorosa relación Padre-Hijo, tema por otra parte recurrente en mis últimos tiempos hasta llegar a lo obsesivo, coincidencias? (no existen) que cierra con esta maravillosa, dolorosa y tan personal apertura por parte de nuestro querido Juan.
Gracias por compartirlo con nosotros...

Leeré casí ya el libro, y antes o despues, la película. No puedo resistirme, sobre todo a lo primero. Pese a su recomendación personal, éste es el mejor momento sin duda.
Besos a todos, los grandes para Juan.

FILIPO II EL MACEDONIO dijo...

Saludos
Gran entrada y comentario.Pero te recomiendo que veas la pelicula,incluso el autor visito a viggo en el rodaje.La adaptación es insuperable amén de fiel en grado sumo al original.¡No te defraudara

Anónimo dijo...

Me querían regalar un libro y, después de haber leído esta entrada, elegí La Carretera.

No me he equivocado. Me ha encantado (y me ha hecho llorar, incluso en lugares públicos).

Gracias!

Anónimo dijo...

me ha perseguido esta entrada durante meses. anoche intentaba dormir con el corazón sobrecogido por este libro tan desesperanzador. gracias por la pista