domingo, 13 de diciembre de 2009

Un puente que se llama Samuel Beckett sólo puede acabar hundiéndose


También es peligroso quedarse un sábado por la noche en casa poniendo como excusa todos los trabajillos de mierda que se tienen a medias, o pendientes, o lo que sea, y acabar descubriendo que han inaugurado esta semana un puente en Dublín que se llama Samuel Beckett.

Recuerdas entonces por qué Beckett huyó de Irlanda y por qué huyeron también los demás: nadie fue capaz de entenderles. Ni les entenderán nunca.

Podrían haber llamado Samuel Beckett a una plaza, o un bar, o una biblioteca, o un hospital psiquiátrico, esto último tendría su punto. O mucho mejor, un sendero por el bosque que sólo sirviera para perderse y pasar unos cuantos días desorientado y a la intemperie. O, lo perfecto, perfectísimo, un cementerio de bombines y bicicletas rotas.

Pero nunca, nunca, nunca un puente.

Nunca una de esas estructuras que funcionan como metáfora de la comunicación, la racionalidad, la línea recta como distancia más corta entre dos puntos y el triunfo del hombre sobre su entorno.

A no ser que el puente no lleve a ninguna parte.

O que quieran hundirlo.

O que ya esté roto.

Y mucho menos un puente tan feo y tan hortera como el que les ha colocado nuestro Santiago Calatrava a los irlandeses.

(Excurso arquitectónico: ¿soy el único, aparte de los venecianos, que se siente profundamente ofendido por las cosas que hace el señor Calatrava?, ¿a nadie más le parece su estilo antiguo y desfasado?)

Lo peligroso un sábado por la noche es ponerte a hojear libros de Beckett.

Hojear las novelas: Watt, Molloy, Malone muere, El innombrable, Compañía, Cómo es...

Y lo peligroso es encontrar cartas en ellos recibidas hace más de 15 años.

Cartas de cuando todavía no se usaba el mail.

Pero que podrían haber sido escritas esta misma noche.

De no ser por determinadas ausencias.

Ausencias, o pérdidas, que cada vez pesan más.

Corto y pego de Molloy, un fragmento cómico, en la traducción de Pedro Gimferrer (que imagino que ahora será Pere Gimferrer) para Alianza y Lumen:
Sí, eran otros mis verdaderos puntos débiles. Y desde luego si no enumero ahora su lista impresionante ya nunca la enumeraré. Y en efecto, ya nunca la enumeraré, o tal vez sí, yo creo que sí. Aparte de que no quisiera daros una idea errónea de mi estado de salud que, sin poder ser calificado de brillante, o insolente, era en el fondo de una robustez inaudita. Porque, de otro modo, ¿cómo hubiera podido llegar a la enorme edad que he alcanzado? ¿Gracias a mis cualidades morales? ¿A una higiene adecuada? ¿Al aire libre? ¿A la subalimentación? ¿A la falta de descanso? ¿A la soledad? ¿A la persecución? ¿A los terribles alaridos silenciosos (es peligroso lanzar alaridos)? ¿Al cotidiano deseo de ser tragado por la tierra? Venga, hombre, venga. El destino es rencoroso, pero no tanto. Fijaos en mi madre, por ejemplo. Me pregunto de qué acabó por morirse. Posiblemente la enterraron viva. La mala pécora tuvo buen cuidado de transmitirme todas sus porquerías de cromosomas. Con el cutis plagado de granos desde mi más tierna edad. Bonito, ¿eh? El corazón palpita, vaya si palpita. De mis uréteres ya no os digo nada. Y las cápsulas suprarrenales. Y la vejiga. Y el glande. Madre mía. Os diré una cosa, ya no orino, palabra de honor. Pero mi prepucio, sat verbum, rezuma orina, día y noche, bueno, creo que es orina, huele a riñón. Y yo que había perdido el sentido del olfato. ¿Puede hablarse de mear en tales condiciones? También mi sudor, y me paso el día sudando, huele de un modo peculiar. Y creo que mi saliva, siempre abundante, despide ese olor. Sí, me desprendo de mis toxinas, no será la uremia quien acabe conmigo. Si hubiera una justicia, a mí también me enterrarían vivo, como último recurso.

6 comentarios:

Amonimo dijo...

Ah, el buenos de Beckett, demostrqndo por cetarent o por otra figura del demoniaco de Juan de Santo Tomas que ahora no puedo recordar -maldita noche y bendita substancias- que demostraba que te quiero, creo que era Molloy, lo seguro que era un libro de Lumen. Sin o con recuerdos epistolares entre sus hojas, lo cierto es que un sabado por la noche hay que disfrutarlo; Beckett y todos tus amigos, los que estan aqui y los que estan alla, asi lo querrian y lo quieren.

Muchos Saludos, desde la embriaguez mas absurda.

Juan Vilá dijo...

Amonimo,

Es bonito sentarse un sábado a las 3.26 de la madrugada a escribir una entrada en el blog.

Ayer pensé que era un gilipollez más, una marcianada para no ponerme a hacer lo que de verdad tenía que hacer.

Ahora entiendo que tenía un sentido: que tú la leyeras casi a las 9 de la mañana, cuando llegaras a casa después de una noche de juerga.

Y que hasta escribieras un comentario.

Bendita embriaguez la tuya.

Ojalá la resaca no sea muy dura.

Gracias

Anónimo dijo...

Calatrava es un jeta y si no que se lo pregunten al Ayuntamiento de Bilbao.
Cuidado con las cartas, son incluso peores que las fotos...

Anónimo dijo...

Desconfía de ellos, Vilá: Todos sabemos que el arquitecto es una persona que no fue lo suficientemente hombre para ser Ingeniero, ni lo suficientemente maricón para ser diseñador de interiores.
M.Miller

isabel bono dijo...

que bien que se siga hablando del viejo pajarraco, aunque sea a causa de un puente feo.

felicidades por el blog
te lo linko.

isabel bono dijo...

ah
te lo linko aquí:
http://hojassecasmoajadas.blogspot.com
y
http://laespumadelasnoches.blogspot.com