miércoles, 25 de marzo de 2009

Adiós a la literatura (Reseña de "Ayer", de Agota Kristof. Ed El Aleph)


Acabamos de empezar y ya nos han criticado: nos hemos puesto demasiado intensos. Y autocomplacientes.

Hace falta algún chascarrillo, dicen. No seas pedante ni llorica ni coñazo, insisten. Y tienen razón.

Lo intentaremos, pero esta vez no va a ser fácil: Agota Kristof es una tía muy dura, tanto que a veces da miedo. O parece una marciana, alguien que se sentiría muy a gusto en la luna, por ejemplo, en mitad de ese paisaje: por el vacío, por la desolación, porque por dentro quizá todos seamos un poco así.

Por partes:

¿De qué va Ayer? Sandor en realidad no se llama Sandor. Pero eso nadie lo sabe. Ni siquiera el psiquiatra que le está tratando.

Tampoco conoce nadie los verdaderos motivos que le llevaron a huir de su país cuando era sólo un niño.

Ahora ha rehecho su vida lejos de allí: tiene un trabajo de mierda en una fábrica de relojes, un trabajo que le está matando. Los sábados por la noche ve a su amante Yolande. Folla, bebe cervezas y escribe.

Pero no es uno de esos personajes "escritores". No es "sensible". Es más bien un obrero al borde la locura. Una locura real, no romántica.

Y sueña también con una tal Line, que de pronto va a aparecer en su vida...

Por qué nos ha gustado. Dice Kristof que no le interesa la literatura. La literatura entendida como bla, bla, bla o acumulación innecesaria de páginas. Bendita Kristof: en lugar de escribir, la imaginamos borrando todas esas palabras que habitualmente sobran en los libros.

Y a medida que borra, va llenando sus novelas o sus cuentos de cosas más importantes, como crueldad, o rabia, o poesía. Sí, poesía. Algo como:

"Llueve. Una lluvia fina y fría cae sobre las casas, sobre los árboles, sobre las tumbas. Cuando ELLOS vienen a verme, la lluvia chorrea por su cara descompuesta, fluida. ELLOS me miran y el frío se vuelve más intenso, mis paredes blancas no me protegen ya. Nunca me han protegido. Su solidez no es más que una ilusión, y su blancura está mancillada.

Ayer tuve un instante de felicidad inesperada, sin motivos. Ella vino hacia mí a través de la lluvia y la niebla, sonreía, flotaba por encima de los árboles, danzaba delante de mí, me rodeaba.

La reconocí."

Y Ayer nos ha gustado también porque es una historia de amor desesperada. Desesperada y loca, pero sin gritos ni ñoñerías ni melodrama.

¿Y quién es Agota Kristof?
Una señora que, como Sandor, tuvo que huir de su país (Hungría) y refugiarse en Suiza. También sufrió durante años el trabajo en una fábrica de relojes y no publicó su primera novela hasta pasados los 50. Se llamaba El gran cuaderno, la había escrito en francés y cuentan que varias editoriales no se atrevieron a publicarla porque era demasiado bestia: la historia de dos hermanos gemelos, contada por ellos mismos, dos niños que se van a vivir con su abuela durante la guerra porque su madre no puede mantenerles.

Quizá más adelante te hablemos de ese libro, y de los otros dos que forman la trilogía publicada en España por El Aleph como Claus y Lucas. Es su obra maestra.

Kristof lleva años sin escribir, como decía en esa misma entrevista de Javier Rodríguez Marcos en El País: "Para mí la literatura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste".

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