lunes, 30 de marzo de 2009

No te engañes: tú también eres una perra enferma (sobre Gil de Biedma, mi supercolega y la crisis)


Ibamos a comentar hoy un libro.

Pero no tenemos ganas.

Lo haremos mañana.

Cosas de la crisis, el paro y la precariedad laboral, vamos a contarte que nuestra supercolega sin nombre (no quiere que digamos cómo se llama) ha estado currando como extra en la peli que ruedan sobre la vida de Jaime Gil de Biedma.

Dice lo que ya sabíamos: que el cine es una mierda. Y si trabajas como figurante, peor todavía. Te tratan a patadas, ni te miran. Y de pasta ya ni hablamos.

Los extras son ahora periodistas, arquitectos en paro y gente del Este.

Los albañiles o mecánicos sin trabajo, los ecuatorianos o los marroquíes, deben parecerles muy ordinarios.

O es que quizá no pegan aquí, porque Gil de Biedma era muy crápula y muy vicioso, pero también muy pijo. Hasta tiene una sobrina llamada Esperanza Aguirre, pero nada que ver.

El protagonista es Jordi Mollá. Le habían caracterizado de viejo y suponemos que enfermo, cuando el poeta se estaba muriendo de sida.

A nuestra supercolega primero le hizo mucha gracia, porque Mollá hacía el papel hasta cuando le habían apagado la cámara. Andaba como con un bastón, arrastrándose. Puro Stanislavski. Pero luego, la miró con esos ojos tan azules y a ella le dio un poco de miedo.

A nosotros, Gil de Biedma nos gusta mucho y desde hace unas semanas le hemos vuelto a leer.

Hay un poema que ha estado rondando por nuestras vidas y nuestras cabezas.

Se llama Loca y lo hemos sacado de Las personas del verbo. Ed. Lumen:

La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece –color
de ginebra mala, son
tus ojos unas bichas

Yo sé que vas a romper
en insultos y en lágrimas
histéricas. En la cama,
luego, te calmaré

con besos que me da pena
dártelos. Y al dormir
te apretarás contra mí
como una perra enferma.


Se lo mandamos a nuestra supercolega por mail y dice que ella también se siente una perra enferma.

Normal. Ahora todos somos perras enfermas y vulnerables. Y si no tienes un cuerpo contra el que apretarte, estás jodido.

Mi supercolega hoy ha hecho una entrevista de trabajo y ha salido con una oferta debajo del brazo, pero más que una oferta era un insulto o una humillación, con un sueldo que debería ser el de un becario. Ninguna posibilidad de negociar. Y dos palmaditas en la espalda.

Hay mucha crisis y hay mucho hijo de puta. Todo el mundo lo sabe.

Dan ganas de juntar a unos cuantos y montar una banda. Nosotros llevamos tiempo pensándolo: entrar en las casas de todos aquellos que nos han mandado al paro, o nos han rebajado el sueldo, o nos han dado una patada en el culo para que ellos sigan cobrando sus bonos de mierda. En plan albano-kosovar.

Desde aquí les mandamos un beso.

Hay otro poema de Gil de Biedma al que le hemos estado dando muchas vueltas. Hasta nos hemos agarrado a él más de un día.

Se llama Por lo visto y es del mismo libro que hemos citado antes.

Se lo dedicamos a nuestra supercolega, como en uno de esos programas de radio antiguos. Y le mandamos un beso, pero a ella de verdad.

Ahí va:
Por lo visto es posible declararse hombre.
Por lo visto es posible decir no.
De una vez y en la calle, de una vez, por todo
y por todas las veces que no pudimos.

Importa por lo visto el hecho de estar vivo.
Importa por lo visto que hasta la injusta fuerza
necesite, suponga nuestras vidas, esos actos mínimos
a diario cumplidos en la calle por todos.

Y será preciso no olvidar la lección:
saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos
hay un arma escondida, saber que estamos vivos
aún. Y que la vida
todavía es posible, por lo visto.

(Y ese sapo, si tú no quieres, que se lo trague otro.)

jueves, 26 de marzo de 2009

Cómo no ser Fernando Savater


¿Te pueden gustar las carreras de caballos y los libros sin convertirte en Savater?

Nosotros creemos que sí, aunque conviene tomar ciertas precauciones, como:

1. No acercarse nunca a Rosa Díez (ni dejar que ella se acerque a ti).

2. No presentarse al Planeta ("más quisieras tú, muerto de hambre", nos parece escuchar que responde el filósofo.)

3. Leer mucho a Bukowski: porque a él también le encantaban los caballos. Pero no era de los que siempre salen ganando, mande quien mande, y pase lo que pase.

Colgamos un poema suyo, no es de los mejores, pero habla del tema. Se llama Contra todo pronóstico. Y es del libro Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta (Ed. Visor). El de la foto, por cierto, es él, en el hipódromo de Hollywood Park. La firma Joe Wolberg y la hemos pirateado de un libro rarísimo (teniendo en cuenta lo que se publica en España) y maravilloso: Bukowski. Una vida en imágenes. Es justo lo que anuncia el título, fotos y más fotos de él. Lo editó Salamandra en 2001.

¿Qué a qué viene esta gilipollez? A que el domingo vuelven las carreras al Hipódromo de La Zarzuela y nosotros ya estamos preparándolas gracias a la wed de A galopar.

Ahí va el poema:

llevo apostando a los
caballos
tanto tiempo
que he visto
todo un
desfile de
jockeys
llegar y
partir
y
también mujeres
y
presidentes
pero
de alguna manera
los jinetes,
para mí,
han llegado a constituirse
en hitos de
mi época.

los he visto
llegar como
novatos,
luego los he visto
ponerse
al rojo vivo,
dominar las
competiciones:
conseguir
casi siempre que
el caballo lleve
el morro hasta la línea
en primer lugar
en la foto de la llegada.
los he visto
seguir
así
una temporada
y luego
–casi de
repente–
aminorar el paso,
volverse
vacilantes,
inseguros
y, al cabo,
dejar paso
al siguiente
jinete
que viene pegando.

en las
artes,
en el mundo
del espectáculo,
en el mundo
de
los negocios
rige
el
mismo
proceso
pero
los jinetes son,
para mí,
los que mejor
definen
la osadía
y la
desdicha
de la
lucha.

pongamos por caso a Johnny
que fue
uno de los
mejores
batidores
de
nuestra época,
un
auténtico
maestro
de la salida a la llegada.
ahora
los entrena
pero no se le
da
muy bien.

se le
suele
ver
en las
cuadras,
diminuto
en su silla,
jugando a las cartas
con los mejicanos
que vienen pisando fuerte,
y perdiendo
dinero
día
tras
día.

–eh, Johnny,
¿quieres jugar
a las cartas,
tío?

los jockeys como Johnny,
para mí,
definen la
tragedia de la vida
mejor que
la
muerte de
Marco Polo,
Picasso
o Enrique VIII.

los jockeys como Johnny,
para mí,
definen la contienda de la vida,
tan menudos y
valientes.

mientras Kant
yace rígido en
su
tumba
y Mozart
se convierte en polvo.

Johnny
echa
una
carta
y
por fin
gana
una
mano.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Adiós a la literatura (Reseña de "Ayer", de Agota Kristof. Ed El Aleph)


Acabamos de empezar y ya nos han criticado: nos hemos puesto demasiado intensos. Y autocomplacientes.

Hace falta algún chascarrillo, dicen. No seas pedante ni llorica ni coñazo, insisten. Y tienen razón.

Lo intentaremos, pero esta vez no va a ser fácil: Agota Kristof es una tía muy dura, tanto que a veces da miedo. O parece una marciana, alguien que se sentiría muy a gusto en la luna, por ejemplo, en mitad de ese paisaje: por el vacío, por la desolación, porque por dentro quizá todos seamos un poco así.

Por partes:

¿De qué va Ayer? Sandor en realidad no se llama Sandor. Pero eso nadie lo sabe. Ni siquiera el psiquiatra que le está tratando.

Tampoco conoce nadie los verdaderos motivos que le llevaron a huir de su país cuando era sólo un niño.

Ahora ha rehecho su vida lejos de allí: tiene un trabajo de mierda en una fábrica de relojes, un trabajo que le está matando. Los sábados por la noche ve a su amante Yolande. Folla, bebe cervezas y escribe.

Pero no es uno de esos personajes "escritores". No es "sensible". Es más bien un obrero al borde la locura. Una locura real, no romántica.

Y sueña también con una tal Line, que de pronto va a aparecer en su vida...

Por qué nos ha gustado. Dice Kristof que no le interesa la literatura. La literatura entendida como bla, bla, bla o acumulación innecesaria de páginas. Bendita Kristof: en lugar de escribir, la imaginamos borrando todas esas palabras que habitualmente sobran en los libros.

Y a medida que borra, va llenando sus novelas o sus cuentos de cosas más importantes, como crueldad, o rabia, o poesía. Sí, poesía. Algo como:

"Llueve. Una lluvia fina y fría cae sobre las casas, sobre los árboles, sobre las tumbas. Cuando ELLOS vienen a verme, la lluvia chorrea por su cara descompuesta, fluida. ELLOS me miran y el frío se vuelve más intenso, mis paredes blancas no me protegen ya. Nunca me han protegido. Su solidez no es más que una ilusión, y su blancura está mancillada.

Ayer tuve un instante de felicidad inesperada, sin motivos. Ella vino hacia mí a través de la lluvia y la niebla, sonreía, flotaba por encima de los árboles, danzaba delante de mí, me rodeaba.

La reconocí."

Y Ayer nos ha gustado también porque es una historia de amor desesperada. Desesperada y loca, pero sin gritos ni ñoñerías ni melodrama.

¿Y quién es Agota Kristof?
Una señora que, como Sandor, tuvo que huir de su país (Hungría) y refugiarse en Suiza. También sufrió durante años el trabajo en una fábrica de relojes y no publicó su primera novela hasta pasados los 50. Se llamaba El gran cuaderno, la había escrito en francés y cuentan que varias editoriales no se atrevieron a publicarla porque era demasiado bestia: la historia de dos hermanos gemelos, contada por ellos mismos, dos niños que se van a vivir con su abuela durante la guerra porque su madre no puede mantenerles.

Quizá más adelante te hablemos de ese libro, y de los otros dos que forman la trilogía publicada en España por El Aleph como Claus y Lucas. Es su obra maestra.

Kristof lleva años sin escribir, como decía en esa misma entrevista de Javier Rodríguez Marcos en El País: "Para mí la literatura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste".

Contra la juventud


Nos dejamos ya de jueguecitos y arrancamos, sin fuerzas para comentar ningún libro ahora, pero sí con una bonita cita de Céline que releímos al escanear el dibujo de Roberto Gil que sirve de cabecera a este blog:

"No olvides mi pequeño consejo: saber bien lo que se quiere. Es un excelente remedio contra la juventud. Se pierden años y años, a veces la vida entera, a causa de ideas vagas, impulsos confusos y gestiones inútiles."

O también, en otra carta del mismo libro: "En una palabra, hace falta envejecer muy deprisa o morir de juventud".

Pues eso, que con todo lo que ya hemos perdido, nadie nos quite un minuto más. Ni siquiera nosotros mismos.

Y que esta vez no caigamos por culpa de la "juventud".

Y mañana, seguiremos con el buen rollo: Ayer, de Agota Kristof , un gran libro para arrancar el blog.