domingo, 21 de marzo de 2010

Neurosis y pesadillas de la infancia (sobre 'Stitches', de David Small)


Hablemos de más libros capaces de entusiasmarnos.

O de un cómic.

Hoy toca cómic.

Se llama Stitches. Una infancia muda, y es de un tal David Small. Lo edita Reservoir Books, de Mondadori, y la traducción es de Rocío de la Maya.

En Stitches, David Small nos cuenta su infancia y adolescencia, desde los seis años hasta los 16, y un poco más, porque luego da algunos apuntes sobre lo que pasó después.

Como todo relato honesto de la infancia, Stitches es el relato de sus pesadillas, las reales y las soñadas.

La incomunicación.

El aburrimiento.

El miedo.

Todo ello, muy cotidiano, muy América años 50.

Y sus monstruos.

Toda infancia está llena de monstruos, reales también o imaginados.

Monstruos que, a veces, son algo que has visto durante el día, un feto, por ejemplo, conservado en formol, pero que escapa del frasco y te persigue por los pasillos de un hospital en el que no deberías estar.

O un crucifijo, con un Cristo que te grita y te llama idiota.

Y otras veces, el monstruo es tu propia madre.

O la bruja de tu abuela.

O el inútil de tu padre.

En Stitches está también presente la enfermedad y el dolor, un dolor que en alguna viñeta parece absoluto, y hasta te entran ganas de llorar junto al pobre chaval.

Stitches es un relato que te transmite toda la angustia del protagonista, esa sensación de amenaza constante y esa pregunta que flota en el ambiente: ¿qué va a ser lo siguiente?, ¿hasta cuándo va a seguir doliendo?, ¿de dónde vendrá la próxima hostia?

Stitches tiene la textura y la profundidad de una gran novela sobre la infancia, sin necesidad de usar casi palabras.

Pero es que los dibujos de Stitches, a medio camino entre el boceto y cierta forma de entender el expresionismo, tienen una fuerza tremenda.

Fuerza tremenda que Small traslada también a la narración.

Lo vas leyendo y te dices todo el rato: joder, joder, qué bueno es esto, qué bonito, qué triste, qué bien contado.

Y sí, claro, Stitches es un relato de la neurosis, llorica y resentido, un ajuste de cuentas.

Pero es que la literatura era eso, alguien lo explicó hace tiempo: un señor ya mayor, que se pone a llorar como un niño y que insulta a su madre, o a su padre, dependiendo del género literario, y que le dice: has hecho todo lo posible para joderme la vida, pero no lo has conseguido. Ahora, jódete tú, mira que cosas más chulas cuento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder Juan,

El último párrafo me ha llegado...

Completamente de acuerdo.

DON ZANA dijo...

Cierto, Sr. Vilá, muy interesante su último párrafo.

Dice que eso ya lo explicó alguien hace tiempo. ¿Quién?. ¿Dónde?.

Juan Vilá dijo...

Don Zana, me pone en un compromiso.

Ahora no tengo tiempo de mirárselo.

Juraría que fue Freud, o una lectura torticera de Freud, que también puede ser, o cualquier de sus 100.000 discípulos.

Son tantos, que alguien debió decirlo.

Aunque sólo sea por probabilidad.

Y si no, H. Tulo.

Otro día hablamos de hacer trampas con las citas.

Gracias y gracias también al Anónimo.