domingo, 28 de marzo de 2010

Mamá Siberia, perdóname la vida 2 (reseña de 'Educación siberiana', de Nikolái Lilin)


Leo Educación siberiana, de Nikolái Lilin, editado por Salamandra y traducido por José Manuel Salmerón.

Ya avancé lo mucho que me había gustado.

Educación siberiana es, por lo visto, la historia de su autor, nacido en 1980 en una de esas extrañas y fantasmagóricas repúblicas soviéticas, o ex soviéticas, Transnistria, donde fueron deportados los urcas siberianos, entre los que él se crió.

Los urcas siberianos son una comunidad de ladrones que siguen sus propias normas.

Normas como ésta, corto y pego:
Nuestros mayores nos educaban bien.
Para empezar, nos enseñaban a respetar a todos los seres vivos, categoría en que no entraban los policías, las personas relacionadas con el gobierno, los banqueros, los usureros y todos aquellos que ostentaban poder económico y explotaban a la gente sencilla.
Y, en efecto, los urcas se dedicaban a asaltar bancos, furgones blindados y los trenes que iban a Sibería y volvían cargados de todo tipo de mercancías y materias primas.

Los urcas son mafiosos muy crueles que aprenden desde niños que algún día morirán y mientras, que tarde o temprano, tendrán que matar, así que sus padres, abuelos y tíos se los llevan, por ejemplo, al matadero para que se familiaricen con la sangre y se ejerciten clavando sus navajas a los animales abiertos en canal y que cuelgan de los ganchos.

Toda la comunidad está muy unida, como una familia, y siguen a raja tabla un código de honor basado en el respeto, la valentía, la amistad y la entrega. Y decenas de ritos, supersticiones y costumbres, algunas divertidísimas, como la de negarse a hablar con los policías y utilizar a sus mujeres como intermediarias cuando van a detenerles.

Guardan sus armas junto a los iconos religioso, desprecian el dinero y las posesiones materiales, y cubren sus cuerpos de tatuajes con los que están contando una historia, su propia historia, a quien los sepa leer.

El tono de Educación siberiana oscila entre el de unas memorias, el de un reportaje y el de una novela de aventuras, o de iniciación, o una de esas historias de mafiosos en las que resulta imposible no sentirte fascinado por ellos, por su poder y por su extraña forma de vivir al margen de todas esas convenciones que a diario putean y limitan a cualquier 'ciudadano decente'. Porque ellos, y en esto son iguales los urcas que Los Soprano, por citar un ejemplo, hacen muchas de esas cosas que a cualquiera, ante determinadas situaciones, le gustaría hacer, como vengar una violación.

Lilin dice que no es escritor,
pero miente. O se equivoca. Lilin es un narrador cojonudo, de una eficacia impresionante, capaz de mezclar mil historias y personajes. Lilin tiene ritmo, nunca aburre y transmite mil matices, desde la ternura hasta la violencia más extrema.

Lo que no hace Lilin es poesía y se agradece. Educación siberiana es un libro violento y duro, pero no insoportablemente violento ni insoportablemente duro.

Con un par de excepciones. Sobre todo, el capítulo dedicado a su estancia en una cárcel para niños, que harán bien en saltárselo los lectores más sensibles. Aquí, como en otras escenas de gran violencia, la peor parte le corresponde al Estado y a la Ley. Y es que son precisamente sus servidores los que cometen los actos más terribles y da igual que sean policías estalinistas torturando a una madre junto a sus dos hijos que soldados rusos en Chechenia o funcionarios de prisiones que se dedican a prostituir, violar y grabar en vídeo a los menores de los que deberían cuidar en la capitalista y democrática Rusia actual.

¿Y todo esto es real o Lilin se lo está inventado?

La pregunta surge de forma inevitable mientras vas leyendo el libro.

Yo creo que es real, o más o menos real, o bastante real con determinadas licencias.

Más que nada porque Educación siberiana está lleno de silencios. Lilin, que después de crecer con los urcas estuvo en la guerra de Chechenia y en la actualidad trabaja como tatuador en Italia, pone muchísimo cuidado para no comprometer en ningún momento a los suyos a la hora, por ejemplo, de dar detalles sobre sus golpes. O con la figura de su padre, del que casi no aporta datos: mató a un par de policías, estuvo en la cárcel, luego vivió en Grecia, poco más.

También se muestra muy comedido al hablar de sexo.

Y de amor, lo que sorprende al tratarse de una relato de iniciación.

Pero es que los urcas son puritanos y jamás hablan de eso ni de dinero.

Lo que sí hacen los urcas es utilizar todo tipo de fórmulas de cortesía al hablar: para saludar, para presentarse, para pedir un favor, para despedirse...

Fórmulas como ésta, que me gusta, y que queda muy bien para terminar la entrada, y que hasta te dan ganas de recuperar la fe: "Que Dios nos bendiga y aleje el mal y los peligros de nuestras pobres almas".

O sea, que vaya bien la semana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas noches,

Me ha parecido verte, saliendo, ya ayer, del Reina Sofia.

Pero puede ser que fuera un espejismo de una larga noche alcoholica.

Sea real o no, me dio muy buen rollo.

Saludos

DNM dijo...

Supongo que el origen común de las organizaciones mafiosas se debe al hecho de tener que hacer frente a gobiernos feroces donde el único medio de salida a la miseria impuesta era la confrotación criminal...
Pero ahora, insertadas en las democracias, se pasean por encima de nuestra seguridad y nuestras leyes como un tanque por el patio de una guardería; y eso ya no me entretiene tanto... (Aunque siempre es mejor estudiar al enemigo...)
Un saludo!

Anónimo dijo...

Supongo Cisne negro, pero vista la imposibilidad de la induccion completa, pues eso, cisne negro a suponer.

Saludos

Anónimo dijo...

He tenido la oportunidad de leer el libro y me ha encantado: las normas, anécdotas y constumbres sobre la vida de los urcas, si no son verdad están muy bien contadas, tanto que casi te dan ganas de hacerte uno de ellos, o testigo de Jeovha o cualquier otra cosa...