viernes, 11 de diciembre de 2009

Hay bares en los que es mejor no entrar (el Café Lehmitz, Anders Petersen y Tom Waits)


Hay bares en los que es mejor no entrar.

Porque si no, luego resulta imposible salir.

Eso le pasó a Anders Petersen.

En 1968 se metió en un garito de St. Pauli, el barrio rojo de Hamburgo.

Había ladrones, vagabundos, putas, travestis... Todos borrachos. O todos drogados. El lumpenproletariat.

Cuenta la leyenda que Petersen pidió un cerveza, se sentó y dejó la cámara de fotos por allí en medio. Fue al baño y cuando volvió, los clientes del bar habían cogido la cámara y se estaban fotografiando los unos a los otros.

Petersen tenía 23 años, había estudiado fotografía y, a pesar de ser sueco, mantenía un vínculo muy estrecho con el barrio y su gente.

Se acercó a los que tenían la cámara y les dijo: ¿por qué no me dejáis a mí que haga las fotos?

Los siguientes dos años los pasó allí, en el bar, el Café Lehmitz, fotografiando a la gente.

Muchas noches hasta se quedaba a dormir, como tantos otros clientes, completamente borrachos o sin otro sitio donde caerse muertos. El Lehmitz tenía una habitación en la parte de arriba con unos cuantos colchones. Al parecer, no cerraban nunca.

Otras veces, Petersen desaparecía durante meses. Se marchaba a Estocolmo, revelaba las fotos, las seleccionaba, etc.

Y después, otra vez al Lehmitz, a seguir haciendo fotos, sí, pero también a compartir las que ya tenía con sus protagonistas, a enseñárselas, a hablar de ellas y conocer mejor a esas personas.

Petersen no era un turista. Petersen no era una ONG o una monja. Petersen no era un paparazzi de la miseria.

Petersen siempre pedía permiso y se identificaba. A Petersen le conocían todos y hasta los ladrones se lo querían llevar con ellos para que les fotografiara mientras daban un golpe.

Lo extraordinario de Petersen, lo que incomoda, lo que conmueve, lo que hace a sus fotografías únicas, es ese respeto, esa forma de mirar, de tú a tú, sin buscar el morbo ni fingir compasión.

Algunas son tan sórdidas y al mismo tiempo tan bellas (sí, bellas), tan sinceras, tan llenas de vida que pueden provocar terremotos en los espíritus más sensibles (de verdad sensibles, quiero decir, no ñoños ni impostores).

Incluso si después del terremoto las sigues mirando, lo más probable es que te acabes reconociendo en todas esas personas, pobres diablos como tú, que ríen o lloran, sufren, se arrastran e intentan divertirse.

Después de esos dos años, Petersen volvió alguna que otra vez al Lehmitz.

Pero ya no era lo mismo.

Casi todas las personas a las que él conoció habían desaparecido.

La mayoría habían muerto, o se habían esfumado sin que nadie supiera muy bien qué fue de ellas.

Otros, en cambio, tuvieron suerte y lograron salvarse. Inge la Rubia, por ejemplo. Rubia por la cerveza y no por el pelo. Esa dio el pelotazo. A Inge le tocó la lotería, se casó y se fue a vivir a Berlín.

Petersen hoy es un fotógrafo reconocidísimo y una de las imágenes del Café Lehmitz sirvió de portada para el disco Rain Dogs, de Tom Waits (en el vídeo de abajo, la puedes ver a partir del minuto 2.47).

Un disco que se cerraba con una canción como Anywhere I lay my head (también en el vídeo de abajo) se merece más que ningún otro una foto de Petersen.

(Y yo hoy hablo de Petersen y del Café Lehmitz porque ayer alguien me regaló un libro que se llamaba así, Café Lehmitz, con más de 80 fotos de la colección y editado por Schirmer/Mosel. Aunque curiosamente no incluye una de mis imágenes favoritas, la que encabeza esta entrada. La tengo en el escritorio de mi ordenador. Me obsesiona. No consigo entenderla: ¿cuál está más enamorado de los dos?, ¿y más enfermo?, ¿quién es el lobo y quién es el cordero?, ¿recordarán algo a la mañana siguiente? El que quiera, puede seguir todo el fin de semana haciéndose preguntas al respecto. Y gracias, mil veces gracias, a quien hoy ha hecho posible esta entrada.)

1 comentario:

jaime dijo...

Enorme, enorme, enorme Anders Petersen. No sé como me las he apañado hasta ahora sin conocerle.Es cojonudo.

Muchísimas gracias por el enésimo descubrimiento acojonante que hago en tu blog.

Por cierto, y en referencia a la entrada de Beckett, estoy muy de acuerdo con lo de Calatrava.

Un abrazo.