martes, 9 de marzo de 2010

Uno de esos libros que te empapa y te ensucia el bajo de los pantalones (sobre 'Black, black, black', de Marta Sanz)


Leo Black, black, black, de Marta Sanz y publicado por Anagrama.

Desde la contra, el libro se define a sí mismo como "una espléndida novela negra que puede leerse como tal, pero también, y sobre todo, como otra cosa".

Es cierto.

Black, black, black empieza con un detective gay, Zarco, que habla por teléfono con su ex mujer, Paula.

Cuenta que un matrimonio mayor, facha y muy pijo le ha contratado para investigar la muerte de su hija, Cristina Esquivel, geriatra casada con un marroquí con el que tenía una niña.

Los fachas creen que ha sido el marido y Zarco va a su casa a hablar con él y a investigar. Empieza a conocer a los vecinos de la muerta y al marroquí, y ya toda la novela transcurre en ese edificio del centro de Madrid en el que la pareja vivía y donde se produjo el crimen.

En el edificio hay moros con niños, mujeres desaparecidas o muertas, parejas de jubilados, escritoras sociales, amas de casa licenciadas en Filología que también escriben y un adolescente (o casi, 19 años) que colecciona mariposas y del que Zarco se enamora inmediatamente.

Black, black, black tiene tres partes.

En la primera, habla el detective y cuenta su historia. Suena un poco a parodia del género negro, con referencias constantes a Philip Marlowe, Mike Hammer, La dama de Shangai, etc.

Pero Zarco es, o pretende ser, un detective ilustrado y rojo, o socialdemócrata, que cree más en la avaricia y la desesperación como causas del crimen que en los piscópatas.

Ilustrado y salidísimo porque se ha enamorado del chaval que colecciona mariposas y la tensión sexual entre ellos crece, crece y crece.

La segunda parte, quizá la mejor, es el diario de ese ama de casa licenciada en Filología y deprimida que retrata la miseria moral, social y estructural que la rodea, todo el malestar encerrado en esa comunidad de vecinos en la que las madres no quieren a sus hijos ni las mujeres a sus maridos ancianos y enfermos ni las escritoras sociales a esas mismas personas que utilizan para escribir sus ficciones y que siempre sacan mucho más guapas de lo que en realidad son.

Miseria estructural, horror frente a lo cotidiano y malestar generalizado que quizá acabe provocando un baño de sangre...

Quizá, quizá, quizá...

Quizá sí.

O quizá no.

En la tercera parte, habla Paula, la ex mujer del detective, que retoma la investigación y tratará de descubrir quién miente y quién no, qué hay de inventado y qué de real, y sobre todo, quién es el culpable.

Novela negra, sí, vale, pero también otra cosa, sobre todo, otra cosa, el mismo libro lo dice.

¿Qué cosa?

Mil cosas más, porque Black, black, black es una de esas novelas que te puede, que te supera, que te desconcierta, que sientes que juega contigo y lo que resulta peor, en muchos momentos te da la impresión de que es más inteligente que tú, mucho más inteligente que tú.

Lo que tampoco quiere decir que te entusiasme (que me entusiasme, quiero decir), pero eso da igual, porque hace algo casi, casi tan importante: te desafía.

Sí, te desafía y te empapa de realidad.

Te mancha el bajo de los pantalones a medida que avanzas.

Mierda, porque luego hay que meterlos en la lavadora.

Y te encuentras unos pegotes incómodos, muy, muy incómodos, ásperos y sobre todo, retorcidos.

Marta Sanz es muy retorcida.

Gracias, gracias, Marta Sanz.

E inteligente, ya lo hemos dicho.

Y astuta.

Y hasta lírica.

¿Cómo?, ¿se puede ser lírico y hablar al mismo tiempo de la realidad, la miseria (nuestra miseria), lo cotidiano?

Sí, si renuncias a lo cursi, a lo ñoño, al tópico, y te entregas a lo guarro (cierta forma de abordar el sexo), a lo terrible (cierta forma de abordar lo terrible, en el marco de una rutina casi asfixiante y sin más monstruos que los que habitan junto a nosotros o dentro de nosotros) y a lo brutal (sin necesidad de banda sonora ni de fuegos artificiales).

¿Conclusiones?

A muchos no os gustará y ya lo siento, no es una lectura fácil (de hecho, no fue ni ganadora ni finalista del último Premio Herralde de Novela, pero el jurado, supongo que de rodillas, recomendó su publicación).

A otros (rojos, resentidos sociales y/o con alguna tara mental mental o física) os entusiasmará.

Y por último, hasta los habrá que, al acabarla, decidan que la van a leer otra vez.

Eso es lo que Black, black, black exige.

Yo me siento mal por no hacerlo.

Pero es que no tengo tiempo.

Y es una pena: me encantaría.

Aunque creo que esa no es la única cosa que hoy me gustaría hacer otra vez.

1 comentario:

marta sanz dijo...

Querido Juan:
Muchísimas gracias por tu lectura. Y por tu generosidad.
Un abrazo fuerte
Marta S.