miércoles, 31 de marzo de 2010

Cosas que hacer en Madrid cuando estás muerto (Warren Zevon, Jaime San Román, Simone Weil y Hunter S. Thompson)


Hoy empezamos por el final: el título es un plagio, o un homenaje, de Warren Zevon y su Things to do in Denver when you're dead.

Luego pongo el vídeo.

Me obsesiona cómo empieza esa canción.

Igual que en los viejos tiempos, la escucho una y otra vez, una y otra vez.

Esa parte que dice (traduzco libremente): "Llamé por teléfono a mi amigo LeRoy y le dije: colega, me da miedo estar solo, tengo algunas ideas extrañas en mi cabeza sobre las cosas que hacer en Denver cuando estás muerto".

Y ahora, el principio.

La foto es de Jaime.

Jaime es Jaime San Román, aquí siempre que se habla de Jaime sin apellidos es él.

Jaime, lo pensaba el otro día, sólo fotografía fantasmas.

Jaime, quiero decir, te recuerda eso en lo que consiste la fotografía: parar el tiempo, robarle el alma a alguien.

Su alma tal y como es: sucia y triste.

Pero es que Jaime cada vez lo hace mejor, sus fotos, su forma de matar a quien se le pone delante, ya sea persona, paisaje o niño que viaja dormido en el autobús.

Y su frialdad, su distancia y su aspereza (siempre repito este adjetivo).

Pienso en eso, pienso en Warren Zevon y pienso en Madrid muerto dentro de unas horas.

Todos os habréis marchado.

Quedaremos los fantasmas de Jaime y quedaré yo.

Leeré a Simone Weil para que me recuerde por qué no me largo yo también.

Sobre todo (corto y pego de La gravedad y la gracia, editado por Trotta y traducido Carlos Ortega):
Dos concepciones de infierno. La corriente (sufrimiento sin consuelo); la mía (falsa beatitud, creer equivocadamente que se está en el paraíso).
Y en otro orden de cosas:
La contradicción sentida en el fondo del ser es el desgarro, es la cruz.
Simone Weil era judía, aunque luego se hizo cristiana y mística.

Simone Weil era comunista (o más o menos comunista), aunque vino a nuestra guerra a luchar con Durruti.

A Simone Weil tanta piedad la acabó matando: huyó de Francia y de los nazis para dejarse morir en un hospital inglés.

Podría decir que Simone Weil fue una narcisista (por dejarse morir), pero no quiero frivolizar con ella.

Ahora viene la canción y el que sale todo el rato en las fotos es Hunter S. Thompson porque era muy amigo de Warren Zevon, el que canta, y porque es un homenaje de uno de sus fans en el tercer aniversario de su muerte.



Hunter S. Thompson ni fue místico ni fue rojo ni se dejó morir.

Hunter S. Thompson fue periodista (inventó el periodismo gonzo), aficionado a las drogas y se pegó un tiro.

Dejó (entre otras) Miedo y asco en Las Vegas, Los Ángeles del Infierno, El Derby de Kentucky es decadente y depravado, y una bonita nota de despedida titulada La temporada de fútbol ha terminado (traduzco libremente):
No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversiones. No volveré a nadar. 67. Son 17 más que 50. 17 más de los que necesitaba o quería. Aburrido. Estoy siempre gruñendo. No es divertido - Para nadie. 67. Te estás volviendo avaricioso. Actúa según tu edad. Relájate - No dolerá.
No fue un suicidio.

Fue como los elefantes viejos, cuando deciden no dar más el coñazo y se retiran para morir en soledad.

Sin dramas.

Y luego, le hicieron una gran fiesta, con fuegos artificiales, el Mr. Tambourine Man y un cañón de 47 metros de altura que lanzó sus cenizas sobre todos los colegas.

Podría decir que Hunter S. Thompson fue un megalómano, pero con él tampoco quiero frivolizar.

El que le pagó el cañón y la fiesta-funeral al viejo Hunter fue su colega Johnny Depp.

Deep, deep, superdeep.

Y ya, lo dejo.

Es todo muy fúnebre hoy, y muy siniestro.

Lo sé y lo siento.

Pero es que estamos en Semana Santa.

Todos os vais y yo me quedo.

Con las calles llenas de crucificados, nazarenos y mujeres que lloran a sus hijos muertos.

Es lo que tiene el catolicismo.

Pero el sábado será de Gloria.

Y el domingo, de Resurrección.

De eso no me cabe ninguna duda.

A cuidarse y a divertirse.

Cuando volváis, yo seguiré aquí.

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