domingo, 14 de marzo de 2010

Siete días, 21 gramos de cocaína y una guerra que se va a perder (sobre 'Los pichiciegos', de Fogwill)


Llevaba semanas quejándome: ningún libro era capaz de entusiasmarme.

Me entretenían, o me ayudaban a pasar la tormenta, o me ensuciaban el bajo de los pantalones (gracias, gracias, gracias otra vez, Marta Sanz).

Pero no me entusiasmaban.

Hasta que este fin de semana se ha cruzado en mi vida Los pichiciegos, de Fogwill, y recién editada en España por Periférica (aunque yo he leído una vieja edición argentina de Interzona).

Ya el jueves hablé de Fogwill y colgué dos vídeos suyos: una entrevista y un señor muy serio que recomendaba sus cuentos completos.

Fogwill es un argentino, nacido en 1941 (más información en los vídeos) y Los pichiciegos es su primera novela.

La escribió en siete días, del 11 al 17 de junio de 1982, según pone al final de libro, y con 21 gramos de cocaína encima.

Eso cuenta la leyenda y eso cuenta el propio Fogwill.

Pero Los pichiciegos parece más bien otra cosa.

No es una novela acelerada, ni torrencial, ni hiperactiva, ni pesadísima.

Los pichiciegos parece más bien que ha sido escrita bajo los efectos de algún opiáceo.

Hay algo hipnótico en ella, y fantasmagórico, y alucinado.

Hay algo también muy frío, pero para bien, contenido, quiero decir, o si se prefiere, distanciado, distanciado sí, pero no anestesiado, todo lo contrario, es esa distancia que ponen los opiáceos entre el mundo y tú, que te permite aguantar el dolor y verlo todo más claro.

O si no, esa sensación de frialdad quizá la cause su perfección.

Porque Los pichiciegos es una novela perfecta, y creo que esta vez no exagero, no le puedes poner una sola pega, ni reproduce un clima ni te envuelve con su atmósfera ni nada por el estilo, Los pichiciegos es como Dios y crea todo un mundo: sólido, consistente, incuestionable.

¿De qué va Los pichiciegos?

De la guerra de las Malvinas.

Pero que nadie se eche para atrás: a mí tampoco me gustan ni las novelas ni las películas de guerra.

En Los pichiciegos no hay batallas, hay ovejas que saltan por los aires como a cámara lenta después de pisar una mina, en una de las mejores escenas bélicas de la historia de literatura, a la altura, quizá, de ese bombardeo contado al revés por Kurt Vonnegut en Matadero cinco. Hay también frío, muchísimo frío, y soldados y oficiales congelados, y miedo, un miedo inenarrable, y la sombra constante de la locura, y un embrutecimiento generalizado, y muertos a los que ni siquiera se entierra, y epidemias de diarrea, y chavalines de 19 años que ignoran completamente la historia más reciente de su país pero a los que les mandan a morir por la patria.

Y en Los pichiciegos están sobre todo ellos, los pichiciegos, un veintena de soldados y suboficiales que han desertado, o a los que han dado por muertos y que se han construido un refugio bajo tierra, muy cerca del frente, donde sobreviven a base de trapichear con las tropas de su país y hacer todo tipo de trabajos para los ingleses, eso que suelen llamar espionaje, o alta traición.

Los pichiciegos no son buenos, ni héroes, ni pacifistas, algunos están tan acojonados que ni siquiera salen de la cueva y otros, los más valientes, sólo aspiran a sobrevivir caiga quien caiga y quizá, con un poco de suerte, culearse alguna oveja antes de que sólo quede la que aparece en la bandera (la inglesa) de las Malvinas.

Y sí, Los pichiciegos también admite una lectura pacifista, en la medida en que retrata la brutalidad de la guerra, pero no como un panfleto sentimental o bienintencionado.

Y hasta se le puedes dar cierto valor de documento histórico, pero de forma extraña, eso sí, porque cuando Fogwill empieza a escribir aún no se ha rendido Argentina.

Y desde luego, no peca de maniqueísmo: aquí son todos malos y cabrones, lo que pasa es que unos tienen método y están organizados, y por eso ganan.

O mejor, léela como propone Fogwill en la contra de la edición de Interzona: "Al escribirla, estaba lejos del autor cualquier preocupación sobre el acontecimiento (la guerra). Como decía por entonces —digo—, estaba escribiendo sólo acerca de mí, de la revolución, la contrarevolución, el amor, el comercio, la democracia que sobrevendría".

Fogwill, por cierto, estará mañana lunes (15) en el CaixaForum de Madrid y pasado (16) en el CaixaForum de Barcelona.

Por si alguien quiere verle y/o oirle.

Eso también lo dije ya el otro día.

No hay comentarios: