domingo, 25 de octubre de 2009

Apocalipsis Nocilla (sobre 'Nocilla Lab', de Agustín Fernández Mallo)


Seamos didácticos.

Empecemos por el principio.

En 2006, Agustín Fernández Mallo, un físico y poeta gallego afincado en Mallorca publica una obra llamada Nocilla Dream.

Podríamos decir que era un collage de 113 textos breves, más o menos independientes, más o menos vinculados entre sí.

De fondo, había una carretera yanqui, la US50, 418 kilómetros a través del desierto sin nada más que un par de burdeles y un álamo del que colgaban centenares de zapatos. Por allí iban pasando boxeadores, surfistas, prostitutas, etcétera.

Y se iban estableciendo conexiones con distintos personajes y puntos del planeta, como una gasolinera de Albacete o el aeropuerto de Singapur.

Se incluían, también, algunas cosas más: algún texto científico, o de Thomas Bernhard, o sobre los Sex Pistols, o sacado del New York Times.

La idea de escribir una novela (sí, novela) sin argumento y construida a partir de mil fragmentos diferentes, no era nueva.

Tampoco hacía falta.

El mérito de Fernández Mallo era otro: Nocilla Dream funcionaba.

Funcionaba de puta madre.

Conseguía eso tan importante: te arrastraba y te daba la sensación de estar viviendo una experiencia hasta entonces inédita.

Fernández Mallo creaba un universo lleno de imágenes potentísimas y de mil referentes: literarios, musicales, científicos...

Era una de esas pocas veces en que los adjetivos vanguardista, experimental o posmoderno (mejor, posposmoderno) no sonaban a insulto.

Incluso se le podía acusar de demasiado intelectual, o cultureta.

Pero da igual: la obra salía indemne.

Lo más sorprendente es que Nocilla Dream, una primera novela publicada por una editorial casi desconocida (Candaya) consiguió muchísima repercusión.

Hasta el punto de convertirse en todo un fenómeno literario y de empezar a hablarse de una generación Nocilla.

Luego vino Nocilla Experience, ya en una editorial grande (Alfaguara) y con muchísimas expectativas en torno a ella.

Nocilla Experience era más de lo mismo.

O no.

Nocilla Experience ya no funcionaba tan bien.

Lo que en la anterior era incuestionable, aquí empezaba a sonar a repetición, o a formula que muestra ciertos síntomas de agotamiento.

Ahora llega el final de la trilogía, o el final del Proyecto Nocilla, como prefiere llamarlo su autor.

Nocilla Lab la edita también Alfaguara y es la mejor de las tres.

Lo primero que hace Fernández Mallo es llevárselo todo por delante.

Frente al carácter fragmentario de las otras dos entregas, aquí se desmarca con un largo párrafo inicial de más de 60 páginas sin puntos. Al estilo, sí, del ya mencionado Thomas Bernhard.

Y frente a la ausencia de un argumento o de unos personajes centrales, aquí sí hay una historia como excusa o como pretexto de todo lo demás y un protagonista: un tío llamado como el autor, Agustín Fernández Mallo, que recorre con su pareja una isla al sur de Cerdeña.

Buscan el lugar adecuado para erigir su Proyecto, algo colosal, dicen, en lo que llevan años trabajando y que está destinado a cambiar sus vidas. Algo que guardan en la funda de una guitarra Gibson Les Paul.

A partir de ahí, Fernández Mallo aborda el origen de su vocación literaria, o la del personaje, y el origen de todo el Proyecto Nocilla: cómo un accidente durante un viaje a no sé qué país asiático le postró en la cama hasta arriba de analgésicos y sin nada qué hacer aparte de escribir...

Habla también de una crisis de pareja (la pareja protagonista), de la casualidad, de los viajes, de la Coca Cola...

Hacía delante y hacia atrás, avanzando en bucle, si es que avanza, volviendo una y otra vez al punto de partida.

Y de nuevo lo llena todo de elementos e imágenes Nocilla: un libro de Paul Auster traducido al portugués y comprado en Las Vegas, moles de hormigón construidas frente al mar, escritores bloqueados que acaban comiéndose el ordenador, recetarios para cocinar sobre el motor de un coche en marcha...

A veces, y esto es bonito, el lector cree que le están tomando el pelo.

O que Fernández Mallo roza el ridículo al querer ser tan, tan moderno.

Pero no.

Ni de coña.

Fernández Mallo se puede permitir eso y más.

Fernández Mallo no es ni mucho menos gilipollas.

Todo lo contrario.

Fernández Mallo, aquí también, te sigue arrastrando hacia ese universo suyo.

Y lo sigue ampliando.

Y te sigue sorprendiendo.

Y te deja, a ratos, la boquita abierta, como demostrándote que, de haber un gilipollas, quizá seas tú, no él.

Pero lo mejor viene después.

Nocilla Lab, bajo esa apariencia de artefacto algo frío, ingenioso e hipermoderno, acaba convirtiéndose en pura literatura.

O sea, en un relato que tiene la capacidad de removerte por dentro y que logra comunicarse con esa parte oscura donde se guardan o donde se fabrican las pesadillas.

O sea, un relato de terror.

Terror posposmoderno.

Pura desolación.

Nocilla Lab, pongámonos aquí también híbridos y epatantes, acaba convirtiéndose en el puto Resplandor, la novela de Stephen King. O la película de Kubrick.

Nocilla Lab, que desde el principio, o casi, era un ejercicio de metaliteratura, acaba de la única forma posible cuando se tratan esos temas en serio y no de forma autocomplaciente: como el retrato de una soledad inmensa y del aislamiento sin limites, de esa cierta clase de autismo impuesto a uno mismo que se requiere para fabricar un universo como el de Fernández Mallo.

Soledad, aislamiento, autismo y un talento descomunal.

La creación literaria como crimen y como apocalipsis.

En esta última Nocilla y en el Resplandor.

Y entonces, cuando llegas a ese punto, ni siquiera rechina la aparición de Vila-Matas en el cómic final.

Todo vuelve a ser incuestionable.

Pero ahora mejor.

Mil veces mejor que en Nocilla Dream y eso ya es decir mucho.

(Hoy alguien me preguntaba si tenía que empezar por Nocilla Lab. No, hay que empezar por Nocilla Dream. Y no saltarse Nocilla Experience. Todas merecen la pena y sobre todo, el recorrido. Es el recorrido lo que cuenta, la experiencia de hacerlo entero y no perderse ninguna etapa.)

6 comentarios:

Jaime dijo...

Juan,

Compré "Nocilla Lab" ayer (junto con "estoy desnudo", que llevaba buscando desde hace la tira). Para variar la entrada de hoy ha conseguido que me apetezca todavía más leerlo. Ya te contaré qué tal cuando acabe.

Un abrazo fuerte y gracias por el blog.

Anónimo dijo...

Acabo de entrar a leer su blog, hacía días que no lo hacía, y me he alegrado de hacerlo. Ha conseguido que me entren ganas de recuperar el primer libro de Agustín Fernández Mallo... y he visto que sigue en forma.

Sr. Vilá es una verdadera pena que a veces se plantee dejarnos sin sus entradas.

Anónimo dijo...

pues a mí me pareció un poco coñacillo y pretencioso el Nocilla Dream, pero visto lo visto y la sincera opiníón de una persona que hace un blog de una calidad de puta madre, le daré una segunda oportunidad. Gracias de verdad

Juan Vilá dijo...

Gracias Jaime, gracias Anónimo 1, gracias Anónimo 2,

Me acaba de escribir una colega y me ha dicho: hoy sí que te quiere la gente en el blog.

Creo que tiene razón.

Yo también os quiero, seáis quien seáis

Anónimo dijo...

¿Acaso duda de que no se le quiera...?. Usted y su Blog, es necesario para el mundo, Sí¡¡¡¡, lo son¡ ... hoy día hay y esto es maravilloso, pocas cosas que deben ser y son realmente necesarias, aquellas que llevan poquito a poco a la paz y tranquilidad de espíritu...
Gracias por su trabajo.

libro dijo...

http://algodelibros.blogspot.com/2009/10/apocalipsis-nocilla-sobre-nocilla-lab.html