domingo, 4 de octubre de 2009

Nueva postal desde la playa (pero esta vez escrita a la vuelta y con un par de cosas de Angélica Liddell)


Otro viaje.

Otro avión.

Otra noche de hotel.

"Sentimientos de muerte inminente me acosan", como diría el colega.

Llevo sólo dos libros y uno me tiene abducido: El cobrador, de Ruben Fonseca, editado por RBA.

La esperanza, más que esperanza, la fe que tenía en él se ha visto recompensada.

Hasta me ha permitido soportar las turbulencias del vuelo y llegar vivo aquí.

Pero eso, mejor lo cuento otro día.

Ahora es sábado por la noche, son apenas las doce y ya estoy en el hotel.

El minibar se ha roto.

Las tormentas de la semana pasada, me explican en recepción y se ofrecen para subirme lo que quiera.

Pido un par de cervezas.

Cuando llegan, cambio a Fonseca por el otro libro: son dos poemarios publicados por Eugenio Cano Editor. Uno se llama Frankenstein y el otro, La historia es la domadora del sufrimiento: 2006.

Los escribe Angélica Liddell.

Alguien me habló de ella hace unos años, me dijo: te gustaría, es muy bestia, y dice mucho puto y puta, follar... Habla peor que tú.

Lo que pasa es que ella se dedica al teatro (escribe, actúa, dirige) y eso a mí me da bastante grima.

Volviendo al sábado, con las dos cervezas, abrí al azar su libro y leí:
No salgas.
Tu dulzura no coincide con el tamaño de tus dedos.
Ahí fuera eres cuerpo sobre todo,
cicatrices que ellos tomarán por surcos donde clavar las azadas.
Qué explicación darán tus rotos.

No salgas.
La habitación es la medida.
Que más para vivir.
Deberíamos quedarnos mirando las paredes como pájaros tranquilos.
Deberíamos aprender a vivir en habitaciones cerradas,
sin puerta,
no existiría más mundo que el nuestro.
Y sería grande.
No envidies la dicha de los demás.
Aprende a estar solo.

No salgas.
Hay hombres en la ciudad.
Les germinan piedras en las manos,
van tan cargados de piedras crecientes que no puedes coger nada más.
¡No quieras conocer el color de tu sangre!
Ya de vuelta a casa, me meto en su blog y me río mucho con esto.

Sí que habla mal Angélica.

Me gusta también su forma de interpretar las películas.

Aunque yo nunca iría a ver una de Isabel Coixet.

Por el mismo motivo por el que nunca voy al teatro.

Aunque seguramente esté equivocado.

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