martes, 27 de octubre de 2009

Algunos viejos amigos (Samuel Beckett, San Agustín y la Guinness Special Export)


Hay que defender las bodegas.

O si prefieres, las licorerías.

Me refiero a esos establecimientos en los que venden todo tipo de bebidas alcohólicas.

Yo el otro día vi uno que estaban abriendo, o que acaban de abrir, en la calle Colón, justo al lado de La Ardosa, y me metí.

Empecé por las ginebras.

No tenían nada del otro mundo: Hendricks, Bulldog y cositas por el estilo.

A los rones preferí no hacerles mucho caso, por mi alergia, o lo que sea, para que no se me cierre la traquea y morir así de pronto, aunque me pareció que algunos mecerían la pena.

Y cuando ya estaba a punto de marcharme, vi unas Guinness Special Export.

La Guinness Special Export es un prodigio de cerveza, una maravilla, un disparate, muy distinta de la Guinness normal.

Es como volver a la adolescencia y recuperar la virginidad.

Recuperarla sólo por el placer de perderla otra vez.

La Guinness Special Export sabe como sabían entonces las cervezas negras: fuertes, rotundas, amargas, capaces de hacerte sonreír con un solo tercio.

Porque se vende por tercios y yo, hasta ahora, nunca la había tomado en España.

Tiene ocho grados de alcohol y es muy espesa.

Como el jarabe.

O como su espuma.

Me marché a casa feliz.

Ya sólo faltaba algo que leer mientras me bebía una, dos o las que hicieran falta.

Iniciamos, a partir de aquí, una especie de maridaje literario.

Así de esnob.

Y prepárate para lo que viene.

Primero pensé en Flann O'Brien, pero es que un par de días antes lo había intentado con La vida dura, editada por Nórdica, y se me vino abajo.

Seguro que es culpa mía, no de O'Brien.

Quizá no fuera el momento.

Pensé luego en Beckett, ese libro tan, tan importante que hasta le he prohibido la entrada en mi dormitorio.

Como a una amante letal.

Hablo de Obra poética completa, publicado por Hiperión y traducido por Jenaro Talens.

Pensaba en algún poema así:
qué haría yo sin este mundo sin rostro sin preguntas
en el que ser dura sólo un instante en el que cada instante
se vierte al vacío en el olvido de haber sido
sin esta ola en la que al fin
cuerpo y sombra se sumergen juntos
qué sin el silencio fosa de los murmullos
jadeando furioso hacia el socorro hacia el amor
sin este cielo que se eleva
sobre el polvo de sus lastres
Pero ese no era el espíritu.

La respuesta estaba mucho más cerca, en un libro que esa misma tarde me habían devuelto: Las confesiones de San Agustín.

Lo que yo necesitaba, con la Guinness Special Export en la mano, eran palabras de búsqueda, de entrega, de pérdida, de arrepentimiento, de redención.

Ahora es cuando se supone que debería incluir algún fragmento.

Lo he intentado, pero no funciona.

Se descontextualiza.

Puede incluso sonar a cachondeo y nada de eso: hablamos de una de las obras más grandes de la literatura universal.

Mejor, dejo el enlace a la edición que tiene colgada el Cervantes.

Hojeala ahí, salta de una página a otra.

Lo entenderás enseguida.

Para leer a San Agustín no hace falta creer en Dios.

Al revés, se le entiende mejor desde el ateísmo.

Pasa como con Kierkegaard, o con Pascal, o con casi todos los místicos.

Yo, de hecho, ya sólo quiero leer a los santos o a los místicos: su rechinar de dientes, sus noches oscuras, sus aleluyas y sus alabanzas al Señor.

Estoy hasta los huevos de modernos.

Vuelvo a esperar un milagro.

Y si no, me conformo con los grandes de la ciencia ficción, los más grandes, contundentes y disparatados, como la Guinness Special Export, o como Kurt Vonnegut, una de mis últimas lecturas, pero de él, mejor, te hablo otro día.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

y cuál es el libro?
el de Beckett

Juan Vilá dijo...

O el de San Agustín, Las confesiones.

O cualquier otro.

El que más te apetezca.

O ninguno.

A veces basta con una cerveza.

Amónimo dijo...

Buenos días,

¿cuál es el de Vonnegut? No será Cuna de gato, lo llevo buscando años y no lo encuentro.

En cualquier caso todos son buenos, me reí mucho con Galapagos.

Esa cerveza hay que probarla.

Saludos y a seguir así...

Juan Vilá dijo...

Anónimo,

Si quieres Cuna de gato, mándame un mail (la dirección aparece en el perfil).

Te lo puedo conseguir.

El que yo acabo de leer es Matadero cinco.

Creo que pronto o muy pronto voy a escribir algo al respecto.

Anónimo dijo...

Me alegra haber tenido un poquito que ver en éste reencuentro con ese fetiche-cerveza que te ha despertado estas sensaciones. Disfrutalo, con moderación y prudencia, como todo.
Pautas, ¿do you remember?...
T´estim.