Y espera no volver a perderla nunca más.
La semana pasada aprendimos a diferenciar dos posibles interpretaciones de un concepto tan complejo como el de nihilismo y después, descubrimos que detrás de uno de los grandes logros del espíritu humano (el God Save the Queen de los Sex Pistols) lo único que había era el afán de lucro y notoriedad de un canalla.
Hoy vamos un paso más allá para esbozar las posibilidades del rencor como resorte último de la obra de arte.
Y lo hacemos mediante dos ejemplos.
El primero, es el arranque del relato Reflexiones, de Fogwill:
Cuando un imbécil se ha vuelto prescindible para sí, íntimamente se sabe prescindible para los otros. Esto se aprende en las salas de terapia intensiva, los tiroteos, los naufragios y ningún otro lugar del mundo, creo. Hace tanto tiempo me supe prescindible que ni lo recordaba y esta reflexión sobre la memoria me ayuda a prescindir de vos y de tus efectos sobre mí, que siempre imaginábamos no eran sino los efectos que producía sobre vos el reconocimiento de que "algo hubo". Ya ves, estoy muy viejo y continúo escribiendo cartitas de amor, pero desde que me supe prescindible sólo escribo cartitas de amor a prostitutas de la peor especie, como vos. "Putita discou", escribiría si no temiese lastimarte ahora que has aprendido que ciertos géneros musicales hay que ignorarlos desde el comienzo porque importan menos que el amor y se parecen al amor sólo en su carácter obvio, ficticio, seriado, imitativo, invasor, viscoso. Y pegajoso. Pero no volveré a representar mi antigua revulsión hacia las cosas que pringan -bastante la he vivido contigo– ni quiero que pienses que te supongo una "putita discou": sos una puta de foyer, una puta de soirée, una cazadora de fortunas emocionales, una "play-girl" sin auto, una desgracia de mujer. Pronto envejecerás y cada vez será menos probable que alguien sorprenda determinado efecto que sus efectos sobre vos le provocan y se ate a eso, pero siempre habrá imbéciles y la vida transcurre trayendo nuevas preocupaciones, nuevos ejercicios que sustituyen a las personas cuando comienzan a congelarse los mohínes y los tics deliciosos de la carne graban su negativo en las pieles de plata de las putitas que envejecen.El resto de la historia, con espejos rotos, revólveres y unas cuantas ratas muertas sigue en Cuentos completos, recién editado por Alfaguara.
El segundo ejemplo lo encontramos en la canción Farenheit 451, del nuevo disco de Iván Ferreiro:
Más allá del indudable valor estético de estos dos ejemplos, están sus virtudes terapéuticas: para quien las escribe o canta y para quien las lee o escucha.
O sea, ayudan a descargar un montón de mierda y de rabia.
Aunque quizá, lo más paradójico, o lo más interesante, sean sus efectos cómicos.
Si alguien ha sido capaz de leer el texto de Fogwill y/o escuchar la canción de Iván Ferreiro sin, al menos, esbozar una sonrisa, se encuentra en grave peligro.
La sonrisa o mejor, unas cuantas y sonoras carcajadas, son la única defensa posible frente a todo el veneno que destilan estas dos obritas de arte.
Feliz semana.
A ser posible, sin rencor y sobre todo, sin dramas.
2 comentarios:
Una gran cancion. Despues del decepcionante Mentiroso, vuelve de nuevo con todo el resentimiento del mundo. ¿Que le habra pasao?
Saludos
Maravilloso Ferreiro...más que siempre. Pero siempre sonriendo ¿eh?. Besos.
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