domingo, 28 de febrero de 2010

Esperando la tormenta perfecta en 'El Jardín de los Suplicios' (sobre la novela homónima de Octave Mirbeau)

Después de la lluvia iba a venir el viento.

El ministro del Interior nos había avisado: "No es el mejor fin de semana para hacer footing o ir a ver las olas del mar".

Sábado por la tarde, decido quedarme en casa con un libro, El Jardín de los Suplicios (Ed. Impedimenta), de Octave Mirbeau y traducido por Lluís Mª Todó, mientras espero a la ciclogénesis explosiva.

El Jardín de los Suplicios se publicó por primera vez en 1899 y fue muy escandaloso entonces.

Leído más de un siglo después, se entiende que no sentara bien y lo que es más importante en el caso de una novela así: transmite muy, muy mal rollo.

El Jardín de los Suplicios es un descenso a los infiernos o una pesadilla, como prefieras.

La historia arranca con un grupo de escritores, filósofos, médicos, etc, discutiendo sobre el asesinato.

Uno de ellos dice: os voy a contar lo que me pasó a mí y empieza la segunda parte.

La segunda parte es muy divertida, muy irónica, con muy mala leche: un buscavidas explica cómo ha intentado meterse en política, por mediación de un íntimo amigo suyo ministro, y cómo ha fracasado.

Mirbeau arremete contra todo y contra todos, burgueses y políticos, dibujando un panorama de corrupción generalizada, de trepas, de ladrones, de chantajistas, de hipócritas...

Entonces el ministro le dice a su amigo: te voy a dar una beca muy bien pagada para que te vayas un par de años a Asia. Es una beca científica, para un embriólogo, pero da igual que tú no seas ni científico ni embriólogo ni nada. Es sólo dinero público.

El amigo, o sea, el buscavidas, o sea, el narrador, conoce a una inglesa en el barco, una pelirroja tan libertina y tan golfa como él, pero además ella tiene muchísimo dinero, se enamoran y se quedan en China.

En China es donde está el Jardín de los Suplicios que da nombre al libro.

El Jardín de los Suplicios es el jardín de una cárcel y allí se cometen todo tipo de crímenes, ejecuciones, martirios, etc.

Mirbeau alterna las descripciones florales y de la vegetación del jardín con las de las torturas, los cadáveres pudriéndose, los insectos volando a su alrededor y la sangre que lo riega todo y lo mantiene todo con vida.

Si la segunda parte era divertidísima, la tercera es terrible y siniestra, muy cruel, llena también de referencias sexuales que en ningún momento se ocultan.

Es reiterativa, sí, e irregular, claro, y amanerada, por supuesto.

Pero todo ello contribuye a la hora de hacerla aún más asfixiante.

Como el infierno.

O como las pesadillas.

De eso se trataba, ¿no?

Y quien quiera, también podrá leerla como una denuncia de la civilización y la brutalidad de las leyes. Un alegato libertario contra los jueces, los soldados y los sacerdotes, a quienes Mirbeau dedica el libro.

O como una alegoría de la monstruosidad de la vida, en general.

Yo, al acabarla, me fui a dar un paseo.

La tormenta perfecta, en Madrid, se había convertido en un viento algo fuerte pero muy agradable.

No tuve que esquivar cornisas ni macetas ni árboles que iban desplomándose a mi paso.

Al revés, ese viento me despejó la cabeza y hasta me dio fuerzas para acercarme al chino de al lado de casa a por unas cervezas sin miedo de encontrarme al otro lado del mostrador a un verdugo dispuesto a arrancarme la piel a tiras.

No, la tormenta perfecta no había llegado a Madrid, y los chinos cabrones y sanguinarios se habían quedado dentro del libro.

El chino que yo tenía delante era el mismo tipo encantador de siempre. Me recibió con una sonrisa y luego me preguntó lo mismo de todas las noches que voy a verle: "¿cuánta lata quiele hoy?".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

suena un poco a sade no?

Juan Vilá dijo...

Sí, Sade, claro, pero esto es más sangriento.

Y más en masa.

El libro chorrea sangre por todos lados.

Y aunque es muy sexual, no es estrictamente sexual, o no lo es de forma unívoca (?).

Quiero decir que en Sade se castiga, se putea y hasta se tortura buscando de forma consciente un placer sexual.

Aquí se mata a mansalva porque es una cárcel y buscando algo así como convertir la tortura en arte, el componente sexual es más bien un efecto secundario, o está más sublimado, o como quieras llamarlo.

A mí me ha recordado más a El Bosco... Por buscar alguna referencia clásica.