martes, 24 de noviembre de 2009

Algo de cómics (sobre 'George Sprott 1894 - 1975', de Seth y otras lecturas recientes)


Hace tiempo que no hablo aquí de cómics.

Y eso que he leído algunos buenos.

Me divirtió El apartamento, de Kang Full, editado por Planeta DeAgostini. Era un manhwa. El manga coreano se llama manhwa y, según cuentan, no tiene nada que ver con el japonés. Los dibujos de éste eran muy naifs, casi infantiles, pero encajaban de puta madre con el guión, muy eficaz, eficacísimo, como de peli oriental (y buena) de terror.

¿Tramposo? No sé, me quedé a medias: es una serie de cuatro álbumes o libros o como se llamen, y de momento, sólo ha salido el primero.

Y disfruté mucho con De mano en mano, de Ana Miralles y Emilio Ruiz, editado por Edicions de Ponent.

La idea de partida quizá no fuera muy rompedora: seguir la trayectoria de un billete de 20 euros, desde que sale del banco hasta su final, o uno de sus finales posibles.

Lo bueno es lo que Ana Miralles y Emilio Ruiz hacían con eso: no daban respiro al lector, le mareaban (en el mejor de los sentidos) y le sorprendían continuamente. Lo llenaban todo de vida y de esos dibujos, quizá algo antiguos para lo que se lleva ahora, pero con unos colores y algunas escenas potentísimas.

También molaba por lo que tenía de retrato lúmpen de la ciudad: con sus putas, sus chabolas, sus trileros, etcétera.

Y hasta de fábula sobre la existencia humana. Eso era bonito: el final, con una pareja desnuda en la cama. Ella, una mujer valiente y estupenda. Como son algunas mujeres. Él, un tipo débil y angustiado. Como son casi todos los hombres. Y el billete, en medio, como símbolo no ya de la mercantilización de nuestras vidas o de lo putas que somos todos, sino de esa sucesión de imprevistos, azares, desgracias y micropelotazos en la que al final nos acabamos convirtiendo.

El último cómic que he leído juega en una liga aparte, la liga de los grandes.

Se llama George Sprott 1894 - 1975 y el responsable de todo es un tal Seth, canadiense, de 1962 y reconocidísimo tanto por sus obras anteriores, que no he leído, como por sus trabajos para el Washington Post o el New Yorker.

A mí los cómics tan, tan buenos me asustan.

Casi siempre me acaban decepcionando: o son muy pretenciosos o les falta algo.

Pero éste no.

Éste es perfecto.

Uno de los cómics más perfectos que he visto y leído en mi vida.

Aunque no necesariamente el que más me ha gustado.

A veces, las obras que más te marcan, las que consiguen partir tu vida en dos, son las más modestas y hasta las fallidas.

Volviendo a George Sprott 1894 - 1975, sí que se merece el calificativo de novela gráfica.

Es una historia con un trasfondo de eso, de novela, una de esas grandes novelas yanquis (aunque aquí todo sea canadiense), muy ambiciosa, con afán de totalidad. Y, al mismo tiempo, con un universo propio y extraño, incluso con un punto muy friqui y cerrado sobre sí mismo.

Cuenta la muerte y, sobre todo, la vida de ese tal Geoge Sprott, estrella de una televisión local durante más de 20 años gracias a un programa llamado Hitos boreales, en el que hablaba de las expediciones y la vida en los polos.

Llegó a ser el más visto de su tiempo. Luego vino la decadencia y cinco años después de su muerte, la cadena destruyó todas sus grabaciones. Hoy sólo los más viejos se acuerdan de él.

George Sprott 1894 - 1975 es el retrato de un mundo que ya ni siquiera existe y de una persona que casi parece real, con sus éxitos, sus aciertos y sus miserias. Alguien que tuvo suerte en la vida, al que las mujeres quisieron y que hasta se convirtió en una leyenda local.

Pero también acabó cayendo en el olvido, víctima de ese fracaso tan íntimo, o tan a la vista de todos, que supone envejecer y el paso del tiempo.

Seth transmite todo eso, sin cargar las tintas, sin forzar lo que no necesita ser forzado, con una inmensa melancolía.

Y la soledad de un esquimal perdido en mitad de una tormenta de la que ni siquiera sabe si saldrá vivo.

Visualmente es magistral y lo cuenta de puta madre: estructurando la historia a partir de capítulos muy breves, en los que mezcla recuerdos del propio protagonista con entrevistas a quienes le conocieron, anécdotas sobre los lugares en los que transcurrió su vida y mil cosas más.

Y al final, como tantas otras veces, sólo te queda el asombro ante el hecho de que puedan existir libros así y que alguien sea capaz de levantar todo un mundo en tan pocas páginas. Y la tristeza, claro, de haber visto tu propio destino y el de todas aquellas personas a las que quieres.

O sea, que mejor no lo leáis.

Iros por ahí, de copas o a jugar a las chapas o a cuidar vuestras granjas en Facebook.

O seguir viendo vídeos de Glenn Gould.

Yo últimamente no paro de buscar en YouTube momentos tan maravillosos y perfectos, sí, también perfectos, como éste:

3 comentarios:

DON ZANA dijo...

Compruebo, Sr. Vilá (y no sé si con regocijo o con pena) que ha sido usted inoculado con el veneno bach-gould.
Pero no sólo de Bach vive el hombre, y ya que se ha enganchado usted al "loser" no se pierda la sonata K 331 de mozart. Nadie la tocaba como Rachmaninov hasta que este pirado de la vida la "reinventó". Creo que en youtube hay algún vídeo, pero sobre todo no se pierda la grabación en audio (se le oye tararear, cantar y hasta gritar, pero nunca por encima del piano). Es acojonante, Sr. Vilá.

Gracias una vez más por este blog.

Anónimo dijo...

Para los amantes del género: es buen momento de acercarse a Guecho y visitar su Salón del Cómic:
http://www.salondelcomicdegetxo.net/cas/informacion.asp
Salu2!

Anónimo dijo...

Me uno al agradecimiento por el blog. Es muy difícil escribir con un estilo tan directo como si se estuviera hablando cara a cara, pero sin banalizar las cosas. Igual paso de chapas y busco el cómic en cuestión. Y la sonata que propone D Zana.