domingo, 8 de noviembre de 2009

Nostalgia del Muro e invitación a construir uno urgentemente en Madrid (con un fragmento de Christopher Isherwood y una canción de David Bowie)


Hablan y hablan de Berlín.

Cuentan cómo cayó el Muro hace 20 años.

Pero nadie dice lo que pasó después.

¿Se unificaron y todos fueron felices?

Y una mierda.

La historia de verdad la escribió un señor que se llamaba Christopher Isherwood en el mejor libro que se ha hecho jamás sobre esa ciudad tan extraña y tan trágica, una ciudad que sólo sirve para organizar matanzas o las fiesta más bestias.

Y mejor si son las dos cosas a la vez.

La novela de Isherwood es Adiós a Berlín, de 1939, cuando la II Guerra Mundial acababa de empezar. La traducción, por cierto, es de Jaime Gil de Biedma, en un vieja edición de Seix Barral:
Pero el verdadero corazón de Berlín está en un bosquecillo negro y húmedo –el Tiergarten–. En estos meses del año el frío expulsa de sus diminutos y desamparados pueblos a los mozos campesinos y los empuja hacia la ciudad, en busca de comida y trabajo. Y la ciudad, que invitadoramente centellea al fondo de la noche, sobre la llanura, es fría y cruel y está muerta. Su llamada es una ilusión, un espejismo en el desierto invernizo. No acoge a estos mozos. No tiene nada que darles. El frío les hace huir de sus calles y refugiarse en el bosquecillo, que es su corazón cruel. Allí se acurrucan sobre los bancos, a helarse y morir de hambre, mientras sueñan con la lumbre lejana de su casa en el pueblo.
Tampoco en 1989, una vez acabada la farra inicial, el Berlín victorioso tenía nada que ofrecer a los del otro lado, los perdedores.

Sólo el asco, el miedo y el desprecio.

Esos tres sentimientos que marcan siempre nuestra relación, la de los ricos, con los pobres.

Y mucho peor si el pobre es un pariente que viene a abrazarnos y de paso, ver qué nos puede sacar.

Yo, cuando vivía en Berlín, echaba de menos el Muro.

Todos entonces, ricos y pobres, deseaban levantarlo otra vez.

Aunque nadie se atrevía a decirlo.

En Madrid también deberíamos construir un muro.

Pero no como los de Ceuta y Melilla, esos que llaman vallas, y que han levantado para que los negros se mueran, o los maten, del otro lado y sin molestar.

Yo quiero un muro en Madrid.

Ayudaría a separar los bandos, a saber que los malos están al otro lado y que a los traidores se les puede disparar.

También demostraría que aún queda algo qué defender.

O de lo que protegerse.

Y si no, siempre se podría organizar algún absurdo festival de la canción en el que todos, todos, todos, cantaran ese bonito tema que Bowie le dedicó al Muro:
I
I can remember
Standing
By the wall
And the guns
Shot above our heads
And we kissed
As though nothing could fall
And the shame
Was on the other side
Oh we can beat them
For ever and ever
Then we can be Heroes
Just for one day...
Si lo prefieres, hay una versión en alemán:

1 comentario:

DON ZANA dijo...

Gracias, Sr. Vilá, por ofrecer siempre un punto de vista diferente, independiente y, sobre todo, fundamentado.
Yo nunda he vivido en Alemania, y tengo sobre el muro de Berlín el conocimiento justo para pasar el día, pero como ciudadano consumidor de prensa me parece desproporcionado el coñazo que nos están dando los medios con el aniversario de la caída del muro, y con lo fantástico y maravilloso que fue tanto el derrumbe como sus causas y consecuencias políticas e ideológicas.
Lo primero que habría que plantear es el interminable debate sobre si tenemos o no un mundo mejor (o al menos, una Europa mejor) desde que cayó el muro. Pero vamos, yo no me voy a meter en semejante barro, fudamentalmente porque hoy es el día de la patrona de mi pueblo y aún así estoy trabajando.
Gracias de nuevo, Mr. Vilá. No nos abandone.
P.D.- Por cierto, lo de Bowie en alemán es terrible.