jueves, 27 de agosto de 2009

Turín, 27 de agosto de 1950 (sobre la muerte de Cesare Pavese)


Murió el chivato de Budd Schulberg y no dijimos nada.

Lo mismo ha pasado con los aniversarios de Capote, Knut Hansum y Malcolm Lowry.

Ha sido un verano demasiado intenso.

Hoy, en cambio, nadie hablará de Pavese.

No toca: no es una cifra redonda.

Pero cada año, al llegar el 27 de agosto, resulta difícil no acordarse de él.

Imaginar sus últimas horas en el hotel Roma de Turín.

La decisión la tenía tomada desde hacía días, según reflejan sus diarios.

Dejó esa famosa despedida, narcisista, claro, pero también gruñona y hasta con sentido del humor:
Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreen demasiado.
Antes o después, cuentan que hizo varias llamadas.

Todas a mujeres.

Intentó quedar con alguna.

Ninguna quiso verle.

Se tomó un bote de somníferos y acabó con todo.

Lo del suicidio es así: pretende resultar siempre tan sublime, que acaba cayendo en el ridículo.

O convirtiéndose en un chiste.

Pero Pavese, no.

Pavese, de tanto pensarlo, parecía condenado a ello.

Era sólo cuestión de tiempo.

Se ve en sus diarios.

Los tengo aquí: he pasado casi toda la tarde releyéndolos.

Siempre te sorprenden.

Hoy me doy cuenta de que ningún otro tío ha escrito de amor como él.

Ahora que tantos se preocupan por cómo hablar de los sentimientos.

Ahora que casi todos los evitan y los silencian.

Que lean a Pavese: tan lúcido, tan descarnado, tan gilipollas, con tanto resentimiento.

El amor es así.

Él habla, además, de muchas otras cosas.

He leído también algunos de sus poemas.

Estos versos son un fragmento de Siempre vienes del mar, traducido por José Agustín Goytisolo, en un vieja edición (1971) de Plaza y Janés:
Aún combatiremos,
combatiremos siempre,
pues buscamos el sueño
flanqueados por la muerte,
y tenemos voz ronca,
frente baja y salvaje
y un idéntico cielo.
Fuimos hechos para esto.
Si tu odio cede al golpe,
sigue una noche larga
que no es paz ni tregua,
ni verdadera muerte.
Tú ya no estás. Los brazos
se debaten en vano.
(La foto es de 1950, el año de la muerte de Pavese: él recoge el Premio Strega, el más prestigioso de la literatura italiana.)

No hay comentarios: