martes, 7 de julio de 2009

La apoteosis del monstruo (bostezos en el funeral de Michael Jackson y entusiasmo ante 'Las primas', de Aurora Venturini)



Escribo con la televisión encendida.

Me llega como ruido de fondo el funeral de Michael Jackson.

Hablan de un ataúd de oro: la apoteosis del monstruo.

Monstruo, entendido aquí, como lo extraño, lo diferente llevado hasta el último extremo, lo que rompe todas las leyes y todas las normas.

Monstruo entendido como una metáfora de la aberración, ese concepto tan antiguo y peligroso en el que se confunde lo moral con lo físico.

No juzgamos a Jackson.

Nos importa una mierda Jackson.

Juzgamos, o mejor, tratamos de describir lo que él representa, su imagen pública: ese despropósito de la cirugía estética, el negro que quería ser blanco, el adulto que "duerme" con niños.

Y aún así, nos sigue interesando bien poco.

Nadie ha sido capaz de "contárnoslo" bien.

O nosotros no hemos llegado a entenderlo.

Si todo monstruo exige siempre una respuesta por nuestra parte (miedo, horror, fascinación, asco...), éste último espectáculo de Jackson sólo nos produce un inmenso bostezo.

Pero hay otros monstruos.

Los de Aurora Venturini, por ejemplo, una señora muy mayor, de 87 años, que ha escrito Las primas (Ed. Caballo de Troya) una de las novelas más extrañas, sorprendentes, crueles y tiernas que hemos leído en mucho tiempo.

Sí, cruel y tierna a la vez, como debe ser.

Y como asegura la editorial en su catálogo. Esta vez no mienten.

La anécdota cuenta que en 2007 Venturini se presentó con seudónimo a un premio argentino que se llama Nueva Novela.

Se presentó y lo ganó.

Cuando abrieron la plica, todo el jurado (con gente como Rodrigo Fresán o Alan Pauls) flipó al ver la edad de la buena señora.

Esa es la anécdota, luego viene lo importante, el libro: una retrasada mental, Yuna López, también conocida como Yuna Riglos, nos cuenta su historia y la de su familia. Todos están tarados física, mental y/o moralmente. Casi siempre las tres cosas a la vez.

Hay una hermana con brazos y piernas muy cortos que va en silla de ruedas, se caga y se mea encima y casi ni habla. Hay una prima enana y puta. Hay otra prima con seis dedos en cada pie que se queda embarazada siendo casi una niña. Hay un tía histérica y que permanece virgen a pesar de haber estado casada. Hay personajes muy normales, y hasta guapos, pero que luego son los peores. Hay, hay, hay...

Hay, sobre todo, una voz que resulta creíble. Y más que eso, que desprende autenticidad, cualidad rarísima en los libros y que nos entusiasma cada vez que la encontramos. Yuna habla, o mejor, escribe, se atasca en cada punto y en cada coma, recurre al diccionario cada dos por tres tratando de explicarse, avanza y avanza en su relato y en su vida, y cuánto más escribe, más se va alejando de esa familia y ese entorno terrible, de los abusos sexuales, los abortos, los crímenes, los amores enfermos, las venganzas, los odios...

Las primas es una novela cruel, ya lo hemos dicho. Cruel y sórdida. Es una historia de monstruos. A ratos también divertidísima, pero insistimos en la ternura, en la forma en que Venturini nos obliga, casi como si nos cogiera por el pescuezo, a querer a esa pobre Yuna, llena de talento e ingenuidad, engañada y traicionada por todos, la misma Yuna que odia a los suyos, y les desea la muerte, que hunde la cara de su hermana en la sopa o la golpea con la cuchara mientras le da de comer.

Yuna es y se sabe un monstruo. Pero Yuna lucha por salvarse y Yuna nos recuerda por qué necesitamos y nos gustan las historias de monstruos: porque nos hablan de nuestros temores y nuestras pesadillas, de nuestro lado más oscuro y de todas esas cosas que de otra forma jamás seríamos capaces de reconocer, de todo lo malo que llevamos dentro. O sea, de nosotros mismos.

El ataúd de oro de Michael Jackson, en cambio, sigue sin decirnos nada.

Ya se lo han llevado. Deben de haber ido a enterrarlo.

(Hoy estamos demasiado cansados para buscar una foto en condiciones. Pero a la primera hemos encontrado algo mejor: La parada de los monstruos (Freaks), la película que nos venía una y otra vez a la cabeza mientras leíamos Las primas, igual de horrible e igual de tierna. Aquí puedes verla entera, pero no de dejes de leer a Venturini. Sería una pena.)

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